Una saga de mecenas
Francine Clary y Sterling Clark se conocieron en París. Él era un rico heredero estadounidense, al más puro estilo Henry James, bon vivant y aventurero, que tras alistarse al ejército vivió en Filipinas y China, antes de recabar en Europa. Su abuelo, Edward, fue uno de los socios fundadores de la empresa de máquinas de coser Singer y pronto diversificó su fortuna hacia el mundo inmobiliario: adquirió mucha tierra en Manhattan y erigió míticos edificios como el Dakota -ante cuyas puertas cayó abatido John Lennon décadas después-.
Francine era actriz de la Comedie Française, madre de una niña. Se casó con el millonario en 1919. Según escribió una amiga "se adoraban" y les unía su afición por "una vida cómoda sin ostentación, la buena comida y las cosechas de Burdeos".
Sterling había heredado de su familia un considerable número de obras de arte, el afán coleccionista y la fortuna para continuar con la tradición. Sin embargo, no fue hasta que llegó al distrito 16 de París en 1910 y conoció a su esposa cuando realmente se puso a ello. Sus principales marchantes fueron Knoedler y Durand-Ruel, y su única asesora, Francine. Hubo que esperar hasta 1955 para que los Clark mostraran al mundo el espectacular fruto de su unión: el Clark Insitute, una colección de arte que había permanecido lejos del ojo público.
Al principio, los Clark se centraron en primitivos flamencos, pintura holandesa e italiana. En la década de los veinte llegaron Homer, Sargeant, Renoir y Degas. Y estos son los pintores que Sterling tuvo en común con su hermano cinco años menor, Stephen, otro ávido coleccionista de arte, fundador del MoMA, que se quedó al cargo de los negocios familiares en América. Cuando Sterling quiso nombrar heredera a su esposa se desató una trifulca familiar, con puñetazos de por medio, que acabó en los tribunales e hizo que los dos hermanos no se volvieran a hablar.
Si Sterling, el vividor, apostó por el impresionismo de Pissarro y Monet, Stephen, el hombre de negocios, se lanzó a por Picasso, Cézanne y Hopper. Un cuadro de este, Casa junto a las vías, fue la primera donación que recibió el MoMA. Tras la muerte de un hijo de Stephen en 1952, hubo un cariñoso intercambio de cartas entre los hermanos, pero nada más. Sterling abrió su museo y murió un año después. Stephen vivió cuatro años más y cedió sus cuadros a instituciones como el Metropolitan y Yale. Una exposición de 2006 reunió las colecciones de los dos. "El gusto de Stephen era más agresivo, le interesaba el lado más crudo del arte. Sterling tendía hacia lo sensual, lo bello y lo íntimo", declaró entonces el comisario de la muestra, Richard Rand.
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