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Columna
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Un triunfo cantado

El triunfo de la soprano alemana Juliane Banse anteanoche en la Schubertiada de Vilabertran era un triunfo que estaba cantado antes de empezar. Lo sabía ella, lo sabía la organización y lo sabía, también, el público, pues Juliane, hoy una señora hecha y derecha que se planta con autoridad en el escenario, siempre será la niña mimada del festival.

En 1993, Juliane, con 24 años recién cumplidos, subía con cara de susto por primera vez al escenario de Vilabertran. La artista aún estaba por hacer, todo estaba muy verde aún, pero al público le gustó escuchar aquellos Lieder cantados por una voz que tenía la edad de los personajes. En los años siguientes Juliane regresó y fue creciendo como artista y como persona, la vimos cantar embarazada, después la vimos actuar con el hijo en la primera fila mirando cómo mamá cantaba en el escenario. Hoy Banse se pasea por medio mundo como una de las voces más reputadas en el ámbito siempre minoritario del Lied.

Juliane Banse regresa con éxito a la Schubertiada de Vilabertran

Para su actuación en Vilabertran, Banse confeccionó un programa que, con algunas importantes incursiones en el lado oscuro, mortuorio y doliente del Lied, exploraba preferentemente la vertiente enamoradiza, primaveral, floral y pajaril del tema, con especial presencia del ruiseñor, el volátil por excelencia del Lied romántico alemán que daría, él solo, para crear a su alrededor todo un programa de concierto.

Acompañada muy bien al piano con delicadeza, conocimiento del estilo y bellos detalles, especialmente en Schumann, por Aleksandar Madzar, Juliane Banse abordó primer lugar 10 Lieder Brahms sobre poemas de autores diversos, siguió con Seis canciones alemanas para voz clarinete y piano Op.103 de Ludwig Spohr en el que se contó con la participación, a muy buen nivel, de la clarinetista menorquina Ona Cardona. La segunda parte se inició con las 12 piezas del Liederkreis Op. 39 de Robert Schumann sobre poemas de Joseph von Eichendorf, que fue, globalmente, lo que le quedó mejor y terminó con tres canciones de Eduard Toldrà, sobre textos de Quevedo (Después que te conocí) y Lope de Vega (Cantarcillo y Madre, unos ojuelos vi) en donde acreditó un buen conocimiento del autor catalán.

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