_
_
_
_
MUNDIAL 2010 | España
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Presente en clave de pasado

Hace poco menos de un año, España perdió claramente con Serbia en el primer partido del Eurobasket de Polonia. Al día siguiente, Reino Unido estuvo a punto de mandarnos para casa. Ganamos a Eslovenia en la prórroga y en el primer encuentro de la segunda fase Turquía nos derrotó. Un minuto después del final, Marc Gasol criticó públicamente a su técnico, Sergio Scariolo, a cuenta de la decisión de jugarse la última posesión con Llull en vez de con Pau, Navarro o Rudy. A la mañana siguiente, la Federación convocó una rueda de prensa en la que se quiso escenificar una unión entre todos que, a pesar de muchas informaciones, no se había resquebrajado. Siete días después, España era por primera vez en su historia campeona de Europa, desplegando un juego espectacular que sepultó sucesivamente a Lituania, Francia, Grecia y Serbia.

El antecedente de la derrota inicial en el Europeo de Polonia 2009 libera, pues abre una vía al optimismo
Más información
Nueva Zelanda da para media sonrisa

El sábado pasado, la selección española debutó en el Mundial repitiendo derrota inicial, esta vez ante Francia. Fue un mal partido, hasta sorprendente por lo baja de revoluciones anímicas que se la vio. Poco o nada funcionó como es habitual. Algunos jugadores, como Rudy o Llull, confirmaron las dificultades que están teniendo por diferentes motivos para afinar su puesta a punto, costó un mundo encontrar la llave para abrir la pegajosa defensa francesa y al momento de la resolución se llegó con el equipo alterado por las dificultades para encontrar su juego, cabreado con los árbitros y sufriendo una tortura cada vez que había que ir a la línea de personal.

En condiciones normales, y si no fuese nuestro conjunto, una actuación inicial tan deslucida traería de la mano dudas y desconfianza sobre el futuro. Hablaríamos de un cuadro lejos de su mejor rendimiento, con dificultades para equilibrar su juego exterior-interior y escaso de físico y, por supuesto, terminaríamos afirmando que, sin ningún género de dudas, acusaba la ausencia del mejor jugador de la historia en su país. Pero el antecedente de Polonia pesa. Y libera, pues abre una vía al optimismo que no surge, desde luego, del juego visto ante Francia, sino de la historia de este equipo, llena de episodios de superación, de piedras en el camino que terminaron convirtiéndose en trampolines hacia el éxito.

Debatiéndonos entre el presente y el pasado, descifrando lo que ocurre con claves anteriores, la selección se apresta a subir un Everest antes coronado. Pero bien saben los montañeros que cada ascensión es diferente y, aunque la experiencia es un grado y haber vencido a la montaña antes es un plus en muchos aspectos, nada te garantiza que la secuencia de acontecimientos sea la misma. En 2009 asistimos a una caída tan fulgurante y sorprendente como fue la posterior recuperación. En 2010 solo contamos con el primer dato, un simple y nada trágico mal partido. El entablar un debate sobre si las causas son puntuales o estructurales puede resultar un buen entretenimiento dialéctico, pero, a efectos prácticos, totalmente estéril.

Estamos al comienzo de la película y, aunque los primeros minutos no han sido nada sugerentes, sus autores se merecen que esperemos un poco más para establecer conclusiones. Dicen que la confianza tarda mucho en conseguirse y muy poco en destruirse. Es verdad, pero, en tanto no alcancemos lo irremediable, la selección se ha ganado de sobra el beneficio de la duda y que pensemos que ante cualquier situación, por complicada que sea, encontrará la forma de darnos otra alegría. No es nada más que lo que siempre ha hecho hasta ahora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_