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ESCENARIOS DE UNA CIUDAD FESTIVA | Las 'txosnas' | Días de diversión

Vecindario comparsero

Entre las comparsas hay clases, por lo menos en lo que a sus txosnas se refiere. Y la categoría depende de su ubicación en el recinto festivo y del empeño que haya querido poner cada una en decorar o complicar la arquitectura de sus casetas. Así, recorrer el Arenal un día de Aste Nagusia es como pasearse por una comunidad de vecinos. Y si en una urbanización está el que siempre tiene el césped impecable o el que traen de cabeza a los que viven al lado por los gritos de sus hijos, en el Arenal se pueden encontrar ejemplos similares.

La superficie que ocupa cada una de las 27 txosnas es similar, pero el caché lo marca la localización. Las históricas son inamovibles y las más recientes se han tenido que conformar con el espacio sobrante o moverse cuando se produce algún cambio urbanístico en el paseo. A principios de los años noventa se decidió el lugar exacto que ocuparían tres comparsas, "las más populares o punteras" de entonces, explica José Mari Amantes, de Moskotarrak. Así, los accesos al epicentro de la fiesta quedaron acotados por Txomin Barullo, en la parte más próxima al Ayuntamiento; la propia Moskotarrak a la entrada del Arenal, y Kaskagorri, vinculada a la hoy ilegalizada Segi y este año sancionada por exhibir carteles de etarras durante las pasadas fiestas, en la trasera del Arriaga.

Las más recientes se conforman con el espacio que sobra en el Arenal

"No es que sobre estas girasen las demás, si no que atraían a grandes sectores de gente y muy diferenciados", explica Amantes. Lo que hasta entonces había sido una simple división entre el vecino del quinto que grita "gol" cuando marca el Athletic y al del primero que hace lo propio cuando es la Real, se complicó y se crearon barrios. "Había zonas que atraían a un público concreto que entraba por una de estas txosnas y se integraba con las colindantes", recuerda Amantes, quien añade que las áreas temáticas son ya algo propio del pasado.

Una vez asignada parcela, el siguiente paso es erigir aquello por lo que todo el mundo será capaz de reconocer y localizar la txosna incluso en plena borrachera. Unas señas de identidad que se repiten a gritos, para hacerse oír por encima de la música en plena fiesta, y gracias a las cuales las cuadrillas desperdigadas, los turistas y despistados consiguen reunirse.

Fisonomía de txosna hay para elegir. Entre las curradas destaca Sin Kuartel, este año de negro riguroso y flanqueado uno de sus laterales por dos torres de vigilancia. Los antimilitaristas parodian los anuncios del Ministerio de Defensa. Además, una performance anima la barra de la comparsa a mitad de la noche. Entonces la música se para, incluso la de sus vecinos, para reproducir por los altavoces la voz de un militar que ánima a los jóvenes a alistarse. Entre las prácticas se sitúan, entre otras, las que abren el recinto junto a Txomin Barullo, como Mamiki, Pinipilipauxa y Hontzak, que gracias a su espacio cubierto ganan adeptos cuando la lluvia no respeta a Marijaia.

Algunas destinan parte de su espacio a un reservado en el que organizan comidas de la comparsa o donde tomar una copa sin sentir que la muchedumbre que circula por el Arenal a cualquier hora de la noche, cualquier día de Aste Nagusia, puede engullir a uno. Y lo fundamental: aquí no entra la mirada indiscreta del ajeno.

Pero lo que diferencia este vecindario de cualquier otro es el tema de conversación que se saca cuando uno coincide en el ascensor. Si recurrir al tiempo siempre ha salvado más de un silencio incomodo, la política, las luchas más o menos perdidas o las reivindicaciones de cualquier tipo parecen cruzarse entre las txosnas. Y este año una suena con más fuerza que el resto: el que consideran agravio sufrido por Kaskagorri y Txori Barrote, por hablar de política, quizás más alto de lo necesario.

Miles de personas llenan la zona de 'txosnas' durante cada noche de Aste Nagusia
Miles de personas llenan la zona de 'txosnas' durante cada noche de Aste NagusiaFERNANDO DOMINGO-ALDAMA

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