Ronaldinho, por los siglos de los siglos
El Barça se impone al Milan en la tanda de penaltis, se adjudica el Trofeo Joan Gamper y el Camp Nou abraza emocionado a El Gaúcho
El Camp Nou no olvidará a Ronaldinho de la misma manera que Les Corts empequeñeció con Kubala. Ambos figurarán siempre en el santoral barcelonista junto a divinidades de la talla de Luis Suárez, Maradona, Cruyff, Samitier o Juanito Segarra. Aunque seguramente han sido los entrenadores quienes han dado grandeza a la institución, son los jugadores los que han proyectado la imagen del Barça como més que un club. Ronaldinho provocó incluso el aplauso del Bernabéu. La jerarquía del Barça de Guardiola se levantó a partir del impacto que provocó la llegada de El Gaúcho como motor del círculo virtuoso de Laporta. Ronnie fue el Rey Sol para un club que cambió el confesionario por la barra de un bar. La suya fue una sonrisa tan contagiosa como embaucadora pudo resultar en su día la tristeza de Romario. Hay jugadores que no solo resuelven partidos y ganan títulos, sino que cambian los estados de ánimo, pocos como Ronaldinho, genio y figura hasta la sepultura, artista en el campo, golfo en la calle, siempre protagonista, amado y malquerido, eternamente idolatrado.
A pesar de que ha engordado, la ropa le va grande y el blanco no le sienta nada bien. Juega a cámara lenta, como una reliquia, nada estrambótico en un equipo de aparentes jubilados. A efectos azulgrana, el Milan funciona como la madre auxiliadora. Allí jugó Rivaldo, por allá anda Ronaldinho y puede que acullá vaya Ibra. Ronaldinho e Ibrahimovic se alinearon anoche en equipos distintos y la afición no supo muy bien con cuál de los dos quedarse, o al menos, aplaudió a ambos con el mismo entusiasmo, como si fuera una acción de gracias. Ronaldinho mereció el agradecimiento de la afición en su regreso al Camp Nou. La gent blaugrana le quiere y no le olvida por la misma regla de tres que anda en ascuas con Ibra. Hubo una jugada que retrató su situación: Adriano colgó el balón e Ibracadabra lo remató a la red con la misma plasticidad que Cruyff batió en su día a Reina. El escorzo fue magnífico y el estadio rompió a aplaudir hasta que el linier señaló fuera de juego.
Ibrahimovic no encuentra su sitio en el Barça y Ronnie ya se fue hace tiempo. Los videomarcadores del estadio dieron fe del que fuera mejor jugador del mundo, el mismo que ayer compareció petrificado, sin mucho interés por el partido. El de anoche era un encuentro de detalles, y Ronaldinho no dejó ninguno. Ahora lleva el número 80 y no se sabe muy bien de que juega en un equipo en el que todo pareció postizo. El partido, a fin de cuentas, fue poca cosa. No tuvo tensión competitiva y la rueda de cambios le convirtió en un amistoso difícil de seguir para el espectador que no llevaba la chuleta de las alineaciones.
El Gamper ha pasado a ser un trofeo a conveniencia del club más que a gusto del equipo y el aficionado. La última edición pasará a la historia por el reconocimiento que había quedado pendiente con Ronaldinho y porque Villa se estrenó como goleador del Barça. El Guaje remató en el primer palo un centro desde la izquierda de Adriano. Un gol precioso y preciso que fue neutralizado después por una volea espectacular con la zurda de Inzaghi, siempre certero, ya sea con un balón de playa, un Jabulani o un balón de los años veinte. El empate obligó a recurrir a los penaltis, una suerte en la que se impuso el Barça por 3-1, después de que Pinto ridiculizara a Pirlo en un tiro a lo Panenka y neutralizara otros dos remates. Ronnie, para entonces, ya llevaba un rato en el camerino, su sitio natural en sus dos últimas temporadas en el Barça, nada que ver con sus mejores tiempos, cuando se ganó la condición de eterno para el Barcelona. Ronaldinho, per secula seculorum, amen.
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