Ripoll y Camps: pijama para dos
La Justicia también hace extraños compañeros de cama. Incluso suministra emparejamientos que ni la política (inverosímil adhesivo) propiciaría. Es el caso del presidente de la Diputación de Alicante, José Joaquín Ripoll, hasta ahora referente crítico declarado en el PP valenciano, que, desandando su recorrido, acaba de considerar a Francisco Camps como "el candidato natural" a la presidencia de la Generalitat. Ripoll deglute lo que escupía, tras haberse esforzado en los últimos años en marcar perfil frente a un Camps infestado por su condescendencia con la trama Gürtel, con la que incluso presumía de no haber contratado nunca en la Diputación de Alicante.
Había sido un virtuoso en anfibologías, insinuaciones y sobrentendidos ácidos. Siempre agudizó su ingenio para reforzar su actitud moralizante frente a la cúpula de la Generalitat y del partido, ensartadas en el pincho judicial y achicharradas por los medios de comunicación. Sin embargo, se le desbarató el personaje que representaba el día en que la policía lo detuvo y el juez lo imputó en el caso Brugal. Ahora Camps y Ripoll están en el mismo saco, crepitan sobre la misma parrilla. Brugal y Gürtel han afianzado su vínculo y han forzado una alianza insoluble en la que lo más llamativo ya casi no es que Ripoll se abrace a Camps (y viceversa), sino que se defienda de las imputaciones con los mismos argumentos que el presidente de la Generalitat: poniendo en duda la justicia y la investigación de la policía.
Finalmente, el PP valenciano es uno, aunque desde la peor de las perspectivas. Ripoll, Camps y Carlos Fabra ya conforman un mismo todo en el que las barreras provinciales han sido abolidas por los registros judiciales y el hedor de la corrupción. Sobre el subsuelo del partido los lixiviados de la basura de Alicante se entremezclan con la emulsión fecal que supura la prevaricación de los trajes, pulseras y relojes de El Bigotes y luego fecundan con los fertilizantes Naranjax de Fabra y su trapicheo de fitosanitarios.
Ripoll, otrora entusiasta de los plantes a Camps, incluso ha anunciado su presencia en la cena de Teulada, en la que el próximo viernes se escenificará el simulacro de proclamación de Camps como candidato, mientras Mariano Rajoy se tapa la nariz con las encuestas y el banquillo de los acusados apunta en el horizonte. Lejos queda la tarde de mayo en que desairó a Camps al no asistir "conscientemente" a una junta directiva hecha a medida para hacerle la ola tras la reapertura del caso de los trajes.
El PP valenciano está ahora más cohesionado que nunca, pero el problema, en el que está colaborando Rajoy con su aliento, es que no contempla otra salida a la apestosa situación que la absolución de los implicados. Las sombras de Camps, Ripoll y Fabra se proyectan sobre demasiada gente (incluso el delfinato tácito) como para imaginar un escenario adverso en el que se derrumbe la viga central de la organización. Ni siquiera hay un plan B con jóvenes militantes limpios para regenerar el partido en el supuesto de que los jueces no compartan ese análisis. Y eso constituye otra irresponsabilidad más, muy propia de haber ocupado el poder muchos años.
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