Aquellas viejas fotos
Recuerdo una referencia irónica del humorista Quequé en el programa de Eva Hache, hace unos años, aludiendo a una foto de Feijóo en EL PAÍS (9/8/2006) en la que nuestro presidente, entonces duro opositor ("Es evidente que ha habido relajación por parte de la Xunta", decía), apagaba, quizá sin convicción o sin dotes escénicas y como si miccionara (Quequé dixit), un terrible fuego de los de entonces, el primer gran problema del bipartito de cara a la opinión pública. En ese mismo periódico, que es este en el que escribo, Feijóo responde así al periodista (M.G):
Pregunta. El PP dice que no quiere convertir este tema en objeto de lucha partidista, pero ha pedido que se reúna la Diputación Permanente del Parlamento gallego.
En Galicia y en el resto del mundo, los incendios se deben a la pérdida de valor económico del bosque
Respuesta. Lo que queremos es que se nos informe, porque el Gobierno de la Xunta no ha dado ninguna información, ni a mí ni a los tres presidentes de Diputación y 219 alcaldes que tiene el PP gallego.
Son cosas que el tiempo recarga de significado. Los incendios en Galicia (y en el resto del mundo en similares circunstancias, que son absolutamente frecuentes, como veremos) son debidos a una causa última e invencible: los procesos de modernización y pérdida de valor económico del bosque clásico tanto para la economía urbana como para la rural. Esos procesos llevan consigo el abandono del bosque y su cuidado natural en la propia explotación de sus bienes.
En todas las épocas, según cambios de costumbres y economías, ha habido abandonos del bosque y consecuencias de ello bajo diversas formas. Ahora tocan los incendios, que además son provocados por gentes desequilibradas que saben o intuyen la sequedad adecuada para que la cosa vaya rápido. O bien, en ciertos entornos, quizá no sean tan desequilibrados los que tal cosa hacen y haya que plantearse con mayor rigor la hipótesis, de momento descartada, de los grupos de interés buscando alguna rentabilidad de alguna clase. No debe descartarse definitivamente eso, y debe investigarse de forma continua, intensa e inteligente.
Quizá haya que sustituir la idea de grandes grupos de interés por la de pequeños grupos locales, e incluso de individuos aislados intentando obtener rentabilidades que se nos escapan. O quizá haya que aceptar que todo es una mezcla de modernización súbita, tardía y no muy eficiente, con la abundancia de psicópatas sociales generados, muchos de ellos, en la propia modernización abrupta del rural. Los procesos sociales son largos y de onda grande o de gran amplitud, de tal manera que la toma de la Bastilla aún sigue produciendo fuego, desastres y psicópatas. Y cuando acabe ese ciclo o cuando ese ciclo deje de incrustarse en el siguiente, en el que quizá ya estamos, ese ciclo siguiente volverá a producir desestructuraciones, fuegos y psicópatas. Ya los produce.
Aquellos suicidas financieros de la crisis del 29 arrojándose por puentes y ventanas no eran la imagen plástica de su ruina personal, sino la falsa constatación del fin de un capitalismo en cuyo interior vivía su capital privado entonces perdido, pero también su alma, encerrada dulcemente en aquel sistema seductor e hipnótico que los arrojaba a las incertidumbres diarias y a las emociones correspondientes. Y era el alma la que se suicidaba.
Si Galicia ya no tiene secretos en sus fragas, y si estas fragas ya no son ni acogedoras ni rentables, el psicópata rural, igual que el urbano del 29, prefiere pegarlle lume a aceptar sin más la conversión del bosque en un estercolero de biomasa no reutilizada (¿por qué no somos pioneros en esto, por cierto?).
Aquella vieja foto de Feijóo combatiendo el fuego con aquella manguera de jardín comprada en Leroy Merlin (Quequé dixit), y su entero vestuario de bombero atómico, me llena de nostalgia hacia los bosques de mi infancia, casi todos requemados y vueltos a renacer para volver a quemarse. La vida misma. Piensen, sin embargo, frente a cualquier tentación física o metafísica, en la reutilización del bosque y de la biomasa, quizá por ahí van las cosas del futuro.
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