Tarde de tele
De la tele aprendes, de eso no cabe duda. Te sientas ante el dial azaroso, pulsas C+ 5 y de pronto aparece una joya y después otra, y te quedas, al final de esas tres horas y pico de sillín catódico, como si hubieras entrado en una biblioteca de sabios rabiosos y salieras pensando que está muy bien que el mundo haya inventado la tele, como estuvo muy bien que hubiera inventado el cine y que mucho antes hubiera inventado a Homero y muchísimo después a Borges o a Cortázar o a Juan Marsé. Sucedió una tarde, es decir, ahora mismo, mientras el verano desgrana su lenta provocación de noticias o de dimes y diretes: Jiménez-Gómez, Pons-Resto del Mundo, Blanco-Ricos, Obama-Playas Rotas, y así sucesivamente. Pulsas, en efecto, el dial de Canal Plus Acción y primero te encuentras con el rostro ya nada aniñado de Alejandro Amenábar contando cómo hizo su última película, Ágora, en un programa de los talleres de la cadena, hecho hace ya mucho rato en el teatro Palacio Valdés de Avilés, en colaboración con la Fundación Niemeyer. Ahí ves a este muchacho que ha hecho gloria de la perfección cinematográfica, y del pensamiento y la acción en el cine, explicando cómo convirtió en obra de arte su obsesión por dibujar el sitio que ocupa la idea del universo en la fabricación del mundo. Y Amenábar, que habla contando con los dedos, parecía que estaba narrando un cuento de Borges, aunque él con los ojos abiertos y muy fijos en un auditorio que convertía aquella conversación en un eco inmediato, en un gesto de admiración ante uno de esos creadores que salen de vez en cuando y que reconfortan al que está a este lado de la vibración televisiva.
Y acaba Amenábar y la tele emite una joya del cine tal como es: Muerte entre las flores, la película de Joel Coen que explica el mundo entre malos y malos, que no es mala explicación pues a veces parece, mientras escuchas las noticias o ves lo que pasa, como si el mundo hubiera sido concebido, en efecto, por una mente malvada que ha convertido el tiempo en una bomba de relojería. Cuando acaba la sesión (de Amenábar, de aquella película), deseas tan solo que vuelva una tarde así inmediatamente para abrazar el invento de la tele y recomendarlo a tus hijos, o a tus nietos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.