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La república entra en campaña en Australia

En vísperas de las elecciones, la primera ministra pide el fin de la monarquía

Australia debería convertirse en una república en cuanto fallezca o bien abdique Isabel II, proclamó ayer la jefa de Gobierno, Julia Gillard, reabriendo un debate que divide profundamente a sus compatriotas. Al margen de sus convicciones, los motivos de la líder laborista australiana son electoralistas: su contrincante en los comicios generales que se celebran el sábado, el conservador y promonárquico Tony Abbott, le pisa los talones en los sondeos.

"Obviamente, espero que la reina disfrute de una vida larga y feliz, pero también creo que estamos en el momento apropiado para una transición hacia la república", declaró la primera mujer que dirige el Gobierno en la historia de Australia. Su condición de galesa de origen, unida al hecho de que el opositor Abbott naciera en Londres, confirma sin embargo los lazos emocionales y culturales que todavía unen a la antigua colonia con la Union Jack, el motivo de que la bandera de Reino Unido todavía hoy permanezca insertada en la de Australia. Un referéndum celebrado en 1999 se saldó con el rechazo de sus habitantes a abjurar de la monarquía, pero aquella votación no consiguió cerrar las divisiones porque solo acudieron a las urnas los adeptos a la ex metrópolis, en su mayoría gente mayor. Los jóvenes australianos no suelen identificarse con la realeza británica, pero comprenden que así sea en el caso de sus mayores.

Que Gillard se haya decidido a poner el asunto sobre la mesa tiene mucho que ver con las tensas circunstancias en las que llegó al poder. Un golpe de mano en el seno del Partido Laborista australiano le permitió descabalgar del liderazgo, y por extensión de la jefatura del Gobierno, a su correligionario Kevin Rudd hace solo siete semanas. La operación, censurada por una parte de su propio electorado según revelan las encuestas, podría costarle el cargo dentro de tres días. Por eso apela ahora al extendido sentimiento republicano: para evitar que los votantes cierren un capítulo de tres años y medio de Gobierno de centro-izquierda, que sucedió a más de una década de poder liberal-conservador.

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