"Urge atender los efectos visibles e inevitables del calentamiento"
Luis Alfonso de Alba (Lagos de Moreno, 1957) es el representante especial del Gobierno mexicano para el Cambio Climático, que será el anfitrión de la cumbre que se celebrará en Cancún en noviembre. Recién llegado de Bonn (Alemania), donde participó en una de las reuniones previas a la conferencia que reunirá a 192 países para conseguir un acuerdo sobre el clima que se aplicaría a partir de 2012, De Alba asegura en Madrid que el acuerdo que se persigue "no reemplaza al Protocolo de Kioto, sino que lo mejora. Se trata de fortalecer las medidas existentes y cerrar la brecha entre la meta y las acciones. Hay que ser realistas". El diplomático subraya que existe optimismo para avanzar en los acuerdos en Cancún, pero agrega que "sin generar falsas expectativas".
"El acuerdo no reemplaza al protocolo de Kioto, sino que lo mejora"
Pregunta. Usted comentó en abril que la cumbre celebrada en Copenhague había sido uno de los peores procesos que ha visto en la ONU. ¿Qué lecciones ha aprendido para la cita de Cancún?
Respuesta. Quisiera matizar que me refería a que fue un proceso muy cerrado y es importante permitir más flexibilidad. El cambio climático no es solamente un tema ambiental, sino que exige un nuevo modelo de desarrollo.
P. Parte de la percepción de fracaso provino de que algunos países se sintieron excluidos de la firma final de Copenhague, entre ellos Argentina y los países de la ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de América). ¿Cómo hacer para que todos los países se sientan escuchados?
R. Primero hay que decir que el acuerdo de Copenhague no es un acuerdo de unos cuantos, es un acuerdo formal entre 130 países. Ahora, falta un esfuerzo para que todos los puntos de vista sean tomados en cuenta, pero, por lo menos y en mi percepción, hay voluntad de participación de todos los países. Hay un principio rector que guía estos acuerdos: responsabilidades comunes, diferentes capacidades.
P. ¿Cómo afecta la crisis?
R. La crisis retrasa el cumplimiento de las metas. Hay muchas medidas que son rentables, pero otras son muy costosas. Lo urgente es atender los efectos ya visibles e inevitables del calentamiento y entender que la mayoría de los países en vías de desarrollo, que además son los que serán más afectados a un corto plazo, no tienen recursos y ya sufren las consecuencias: hay sequías donde no las había, tormentas fuera de temporada e incluso la desaparición de algunos Estados. Se calcula que para aplicar las medidas necesarias, se requieren más de 100.000 millones de dólares [alrededor de 78.000 millones de euros] para 2020. Este dinero no puede venir solamente de fondos públicos, empresas y recursos privados. Es necesario hacer un ajuste al modelo de producción. Y las metas más ambiciosas se quedan cortas de lo que realmente necesitamos para frenar el cambio climático. Necesitaríamos reducir las emisiones entre un 37 y 38%, por lo menos. Los análisis más optimistas hablan de un 19%. Pero aun así, eso no es un pretexto para rendirse. Otros retos globales son así. El combate a la malaria, por ejemplo: si la meta es erradicarla, los índices de enfermedad se reducen progresivamente hasta que se consigue. En la lucha contra la pobreza esperamos reducir el 50% en 2015. No es de un día para otro, las metas difíciles se consiguen paso a paso.
P. ¿Y sobre las medidas de Estados Unidos?
R. Nos preocupan los contratiempos que ha tenido el Gobierno de Barack Obama para conseguir la aprobación de la legislación necesaria para respetar los compromisos que ha adquirido, pero nos anima que no ha abandonado el esfuerzo.
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