Empresas vascas: consolidarse o morir
Nuestras empresas se encuentran ante una encrucijada decisiva para su devenir futuro: las decisiones que tomen, y desgraciadamente también las que no adopten, determinarán si serán capaces de salir fortalecidas de la grave crisis en la que estamos inmersos o, por el contrario, se verán obligadas a reducir de forma importante su capacidad productiva y en algunos casos abocarse a un cierre tras una agonía más o menos larga.
En este contexto existe un concepto que adquiere una particular importancia a la hora de la asunción y puesta en práctica de esas decisiones estratégicas: la consolidación de nuestro tejido industrial, que tiene una doble faz, la que denominamos consolidación externa e interna.
Hablar de consolidación interna es hablar de contar con accionariados fuertes
Los grandes retos de las empresas son la innovación y la internacionalización
La consolidación externa abarca cualquier fórmula de cooperación interempresarial tanto desde un punto de vista jurídico (fusiones, adquisiciones, joint-ventures, Agrupaciones de Interés Económico -AIE-, Uniones Temporales de Empresas -UTE-, nuevas compañías creadas ad hoc, etcétera) como desde un punto de vista de sus objetivos: crear empresas más potentes, proyectos de I+D, implantaciones exteriores,...
No existe un axioma que diga que las empresas con mayor tamaño son mejores en términos competitivos que aquellas que son más pequeñas. Existen muchos ejemplos, algunos cercanos, de empresas de dimensión reducida y punteras en su sector. Pero sí es cierto que existe lo que se denomina Tamaño Mínimo de Eficiencia, por debajo del cual una empresa en un determinado sector se encuentra con una desventaja competitiva frente a sus competidoras, por muy eficaz que sea. La globalización de los mercados, es decir, la globalización de la competencia, y las exigencias de la innovación están haciendo que este Tamaño Mínimo de Eficiencia esté creciendo en general y ésta es una tendencia a la que no podemos permanecer ajenos.
Por otra parte, todos los analistas empresariales coinciden en que los grandes retos de las empresas que les permitirán situarse a la cabeza de sus sectores son la internacionalización y la innovación, y en ambos factores la dimensión desempeña un papel crucial a la hora de determinar la velocidad e intensidad con que dichos retos se pueden asumir por las empresas.
Lógicamente, la situación no es idéntica en todos los sectores, pero en algunos esta situación sí es clara, especialmente en aquellos en que las exigencias de implantación en países dolarizados o de bajo coste, así como las inversiones en I+D son especialmente relevantes. Esto sucede en el aeronáutico, automoción o energías renovables, donde nuestras empresas tractoras están trabajando en estas direcciones. Por eso, las pymes que constituyen su red de proveedores deberán moverse en idéntico sentido y de forma inmediata, si no quieren perder un tren de vanguardia que probablemente no vuelva a pasar.
El tejido empresarial vasco tiene en muchos casos una naturaleza familiar, lo que conlleva aspectos muy positivos en lo que supone de estar involucrado con una cultura muy dirigida hacia el fortalecimiento y el largo plazo. Pero, en cambio, desde el punto de vista de dimensión se encuentra muy abocado al crecimiento orgánico y con sus propios medios, lo cual supone una limitación importante para hacer frente a los exigentes retos actuales.
Esa misma naturaleza familiar nos lleva a la otra reflexión que comentábamos al principio: la consolidación interna.
Muchas de nuestras empresas, de probada capacidad y éxito, se encuentran en la tercera o cuarta generación de empresarios. Esto ha supuesto la incorporación de numerosas ramas familiares al accionariado, accionistas que frecuentemente están alejados de la gestión y que, además, aunque en estos años de bonanza no han recibido grandes dividendos por políticas prudentes de capitalización, tampoco se les ha exigido ningún sacrificio. De ese modo, ahora se encuentran ante la toma de decisiones complejas y duras en algunos casos (EREs, despidos, aportaciones de recursos, garantías) y en otros casos decisiones estratégicas nada sencillas, como implantaciones internacionales o proyectos de I+D de largo plazo.
Cuando hablamos de consolidación interna hablamos precisamente de contar con accionariados fuertes que estén dispuestos a tomar decisiones de cooperación, integración o implantaciones internacionales y a apostar por sus empresas en términos de aportación de nuevos fondos o garantías.
El Gobierno vasco ha vertebrado su política industrial a través de tres estrategias bien conocidas: Resiste, Compite y Lidera. Las tres están perfectamente alineadas con los objetivos aquí expuestos de consolidación externa e interna, ya que accionariados y empresas sólidas permitirán aportar nuevos recursos y mostrar a la banca proyectos creíbles (Estrategia Resiste), acelerará e intensificará los proyectos de I+D y de internacionalización (Estrategia Compite) y, por último, permitirá acompañar a las empresas tractoras en los proyectos país (Estrategia Lidera).
Por ello el Departamento de Industria, Innovación, Comercio y Turismo está promoviendo -ya que su misión es alentar sin imponer- movimientos de consolidación y cooperación entre las empresas y lo va a hacer de una forma aún más decidida en el futuro a través de herramientas como capital riesgo, avales financieros, programas de ayudas específicos,... Estamos convencidos de que todo aquello que contribuya a hacer empresas y accionistas más fuertes nos ayudará a responder a los retos y exigencias de la crisis actual, y permitirá que las empresas vascas sigan ocupando, tras la crisis, la posición que merecen por su historia y capacidad.
Tras la lectura de estas reflexiones es obvio que el título Empresas vascas: consolidarse o morir es una exageración, pero pretendía ser una llamada de atención a nuestras empresas para que reflexionen, se planteen y tomen decisiones en estas líneas de actuación. Y no dudamos de que responderán a los retos de futuro con el mismo éxito que lo han hecho en el pasado y además con la enorme ventaja de ser un país pequeño, lo que simplifica enormemente estos movimientos internos y externos. No hace falta ser un país grande para ser un gran país.
Javier Vélez es director general de la Sociedad de Capital Riesgo del País Vasco.
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