Poetas con música
Cançons de la roda del temps
Raimon
Cuando Raimon puso música a los versos de Espriu en 1966, más de uno creyó oír un objeto no identificado en el horizonte musical español. Los directivos de Edigsa, la editora matriz de la nova cançó, no sabían qué hacer con semejante artefacto explosivo entre las manos y necesitaron de la bendición de Joan Miró en la portada y de Joan Fuster en el texto para dar carta de nacimiento al disco como objeto artístico, ahora sí, identificado. Raimon y Espriu formaban pareja lírica de larga duración con el Inici de càntic al temple en bandolera, y el disco hizo su camino epifánico para los que llegaron después. Raimon, cuatro años más tarde, daba otra vuelta de tuerca con la poesía catalana del siglo XV y convertía los versos medievales en un disco solar vertebrado por la majestuosa Veles e vents.
Coral romput
Ovidi Montllor
Este disco doble apareció en 1979 bajo el sello Ariola. Después de la grabación de este trabajo, Ovidi Montllor sólo publicó en vida un disco más. Fue casi su testamento musical. Una hora y treinta minutos de duración y Montllor metiéndose en la piel y la poesía torrencial del poeta Vicent Andrés Estellés. Un cronista apasionado que nos deja un asfixiante inventario de personajes, acontecimientos, experiencias, que cruza un tiempo de silencio y esperanza entristecida. Los paisajes de la memoria de una posguerra cosida de miseria y represiones, de dolor y muerte. Crónica cotidiana de canciones y talleres de modistas, de amores furtivos junto a las alamedas del río. La música de Toti Soler enmarcará para siempre la voz del cantante.
Coplas del querer
Miguel Poveda
Los versos de Rafael de León -y de otros- han encontrado acomodo gozoso en la voz de Miguel Poveda, que sigue la calle de las querencias que en su día abrieron de par en par Concha Piquer y Miguel de Molina ahora con el uniforme de los tiempos modernos, como no podía ser de otra forma. La lírica de Rafael de León ya mereció en su día el cum laude de Manuel Vázquez Montalbán como banda sonora de nuestra crónica sentimental y cara B de la Generación del 27. Canciones bajo sospecha quizá de una sentimentalidad prohibida o disimulada que encontraría en la voz de Bambino su lado más heterodoxo y canalla en el club de la medianoche. Poveda las devuelve otra vez a ese callejón de luces y tinieblas lejos del paseo de la victoria de otros tiempos.
Supone Fonollosa
Albert Pla
El encuentro entre el poeta José María Fonollosa y Albert Pla tarde o temprano tenía que suceder como dos almas destinadas a encontrarse en el centro de transfusiones de los corazones malheridos. El resultado dejó una de las obras más descarnadas de ese encuentro a veces fatal, a veces gozoso, entre canción y poesía, y Albert Pla terminó llevándose el gato al agua con poemas como Maldita ciudad, Mi esqueleto o Mujer mala. Pla ponía a rodar los mundos del poeta, sexo, amor y muerte, que había dejado escrito: "No hay nada bueno en ti, por eso te amo". Dicen que el cantante se resistió a ponerle cara y ojos al autor de los textos que había musicalizado. No sabemos si al final se le desveló el rostro del poeta. Quizá se parecía demasiado a uno de los suyos.
Omega
Enrique Morente & Lagartija Nick
Como decía el poeta, "me exalta lo nuevo, pero me enamora lo viejo". Enrique Morente y Lagartija Nick buscaron complicidades entre pasado y presente, entre tradición y modernidad, entre el rock y el flamenco. Y Omega fue el resultado promiscuo con guitarra eléctrica y palmas para estupefacción de la primera fila de la ortodoxia. Años atrás, Smash ya lo habían intentado con aromas lisérgicos y El garrotín. Morente, que ya había puesto sus ojos en otros poetas, eligió al Lorca ultramarino y visionario con residencia en Nueva York y le añadió el apéndice de Leonard Cohen como compañero de viaje. El resultado hoy como ayer nos sigue pareciendo hipnótico, hermoso, sorprendente. La belleza que te atrapa el corazón de cabeza y siempre te descubre trazos nuevos y centelleantes en la oscuridad.
Los unos por los otros
Paco Ibáñez
En el verano de 1968, la voz de Paco Ibáñez se anunciaba por TVE entre la Fanta refrescante y el Omo lava más blanco, y lo hacía cantando a Goytisolo o los Andaluces de Jaén de Miguel Hernández. Paco Ibáñez venía de París, el lugar sin límites para la mitología antifranquista y destino del libertinaje transpirenaico en busca de la Ninette de turno. La poesía como arma cargada de futuro y melodía tendrá en él su principal agente subversivo, de Góngora a Lorca, del Arcipreste de Hita a Celaya como munición lírica. Todos a fuego lento y sin apenas condimento, como la voz de su intérprete. Sus Palabras para Julia darán oxígeno en la recta final del túnel franquista. Cuarenta años después siguen igual de luminosas y disponibles para cualquier banda sonora de serie televisiva.
Sílvia Comes & Lídia Pujol
Sílvia Comes & Lídia Pujol
Sus pasos a dúo por los versos líricos dejaron una bocanada de aire refrescante y cargado de sensualidad ahora -entonces- lejos de la solemnidad cantautora a la que estábamos tan bien acostumbrados. Quizá también por su elección lírica, Prévert, Cernuda, Ginsberg. Estimulante y efímero, porque el trayecto sólo duró lo que dura un suspiro, aunque nos dejaron pequeñas joyas bordadas en el cabezal como el poema de Luis Cernuda Como los erizos, o la crónica de un amor con testimonio voyeur del poeta Jaime Gil de Biedma que hasta la podría haber cantado una María Dolores Pradera o unas Vainica Doble. Pero esto de las comparaciones ya se sabe que son odiosas, y sólo nos queda la nostalgia por sus canciones que un día fueron poemas.
Dedicado a Antonio Machado
Joan Manuel Serrat
El álbum Dedicado a Antonio Machado sobrepasó las 100.000 copias, y los dirigentes discográficos cayeron en la cuenta de que algo estaba cambiando en el país que ayer cantaba El porompompero. Desde algunos observatorios críticos el disco fue recibido con fuego a discreción, quizá por la insolencia serratiana de transformar los versos del poeta en canciones pop con arreglos de orquesta de soul. Hasta ahí podríamos llegar. Serrat aupaba a Machado a la canción del verano y, de paso, devolvía a los terrenos de la copla temas como La saeta, conectando la sensibilidad de varias generaciones. Para el trabajo se sirvió de algunos de los poemas que Alberto Cortez ya había transformado en canciones en un disco casi clandestino. Pero la gloria sólo fue para él. Luego Machado hará su viaje iniciático de Miguel Ríos a Camarón de la Isla.
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