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"Es duro no comer ni beber si trabajas, pero estamos acostumbrados"

Si trabajar en verano en el campo es una labor dura, desde ayer ese esfuerzo es aún mayor para los temporeros de religión musulmana, ya que el inicio del mes sagrado de ayuno, el Ramadán, supone que aquellos que siguen de forma estricta el islam no pueden comer ni beber hasta que no se pone el sol. Pese a todo, los afectados aseguran que viven con normalidad esta situación, a la que dicen estar acostumbrados desde pequeños.

Abdallah Masuar, un temporero marroquí de la población leridana de Torres de Segre, explica que a los 12 años ya se inicia a los niños en la celebración del Ramadán, haciendo que ayunen un día por semana. A partir de los 16, ya se tiene que celebrar todo el mes completo. "Sí que es duro, pero todos estamos acostumbrados desde jóvenes a realizar el ayuno".

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Abdallah dirige una cuadrilla de 45 temporeros musulmanes que trabajan para un mismo payés, Gerard Marsellés, la mayoría de ellos desde hace años. Todos dicen cumplir con el Ramadán. "Nadie nos vigila, solo Alá", asegura Abdallah, pero muchos agricultores explican que cuando están en grupo varios musulmanes cumplen más con la prohibición de beber y comer que cuando hay pocos, ya que se vigilan unos a otros. Además, ellos mismos reconocen que hay compañeros que no hacen el ayuno.

Aquellos que lo cumplen aseguran que no beben ni comen nada desde las cinco de la mañana, cuando sale el sol, hasta que se pone, sobre las nueve de la noche.

Trabajando en el campo, explican, la prohibición que se hace más dura es la de beber. "No sé como aguantan. Yo, si algún día me olvido el agua, lo paso muy mal. Además, me como un bocadillo a media mañana, porque estar en el campo es muy duro", explica Dragosin Libiu, un temporero rumano que trabaja para el mismo agricultor. Mientras bebe agua delante de sus compañeros musulmanes, les dice bromeando que se van a morir al llegar a casa. Los musulmanes le replican, riendo, que él "irá al infierno". Aunque no compartan costumbres o ideologías, la tolerancia y el respeto entre compañeros de diferentes nacionalidades y religiones es la tónica general.

"Podemos mojarnos la cara a menudo para hidratarnos e incluso, si no aguantamos más, podemos mojarnos la boca con agua y escupirla sin tragárnosla", explica Ismael Jaghror, un marroquí de 29 años. Abdallah, que además de ser el encargado de la cuadrilla es el que cumple con el Ramadán de forma más estricta, añade un dato curioso: si alguien se marea no puede comer ni beber, a no ser que vomite, entonces se considera que está enfermo y puede tomar alimentos para recuperarse.

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