Tomás Gómez se lanza a su gran batalla
Tres años después de ser encumbrado por Zapatero, el ex alcalde de Parla y líder madrileño planta cara al presidente y apuesta por las primarias
Lo primero que hizo el pasado viernes Tomás Gómez tras conocer que su jefe José Luis Rodríguez Zapatero suspendía la reunión más importante de su carrera fue irse a comer. Se acercó a un Vips cercano a la sede del partido en la plaza de Callao con su gente de confianza. Sabía que habría otra llamada, que se produjo ayer.
Gómez, secretario general del PSM, es un tipo metódico que come cinco o seis veces al día. Hace mucho, mucho ejercicio y se preocupa por su salud de forma casi obsesiva. No parece alterado, a pesar de la difícil situación que vive. Se ha colocado enfrente nada menos que del presidente del Gobierno y líder de su partido al negarse a facilitar el desembarco de Trinidad Jiménez a la cabeza de la candidatura del PSOE por la Comunidad de Madrid.
Es una cuestión de principios. Cree que merece una oportunidad
Su primer objetivo fue acabar con las familias que se repartían el poder
No es diputado, por lo que no puede medirse a Aguirre en la Asamblea
Se queja del trato que le da la prensa, a la que culpa de su situación
Zapatero ya había decidido hace tiempo su preferencia por Jiménez, la mujer que luchó, infructuosamente, por conquistar la capital en 2003. Gómez ha liderado el partido con mano firme durante los últimos tres años y considera que tiene el derecho de enfrentarse a Esperanza Aguirre (PP) en los próximos comicios. Es una cuestión de principios. Cree que merece una oportunidad. Tendrá que ganársela en las primarias.
Su obsesión no es nueva. Ya en 2006 visitó al entonces secretario de organización del PSOE, José Blanco, para ofrecerse a dirigir a la federación madrileña. Blanco lo despachó en un cuarto de hora, pero anotó la osadía del joven alcalde de Parla en su memoria. Poco después, este joven nacido en 1968 en la pequeña localidad holandesa de Enschede, se convertía en el líder de los socialistas madrileños. "En aquel momento era un soplo de aire fresco. Parecía la solución definitiva", recuerda un alto cargo de su partido.
La derrota electoral de los socialistas en 2007 hizo saltar el partido por los aires. Aguirre se impuso a Rafael Simancas, que entonces dirigía el PSM, por casi 20 puntos de diferencia y la organización, tradicionalmente conflictiva, no tardó en declararse la guerra a sí misma. En la refriega los principales alcaldes socialistas de la región apostaron por uno de los suyos, el regidor de Parla. Un plusmarquista de la política. Gómez era el alcalde más votado de España. Había transformado uno de los municipios más atrasados de Madrid. Logró construir un tranvía y luchó para conseguir un hospital en su pueblo. En 2001 llegó a encerrarse durante una semana en la Consejería de Sanidad para obtenerlo. Era un joven con una gran capacidad de gestión y sin grandes cargas ideológicas. Economista, especialista en política monetaria y sector público. Tenía el perfil ideal para reconstruir la federación socialista y animar a la deprimida militancia con el fin de reconquistar Madrid. Pero algo ocurrió. "Ha malgastado toda la fuerza con la que llegó. La ilusión se ha convertido en desconfianza", sentencia un alcalde socialista.
Tras la debacle de 2007, Gómez fue designado secretario general al calor de lo que denominó "nuevo socialismo". Un veterano diputado socialista cuenta que preguntó a Blanco: "¿Qué te parece?". La respuesta, según este parlamentario regional, fue escueta: "No es mi candidato, pero es al que hay que apoyar ahora porque lo dice Zapatero". Durante su primer año al frente de la federación socialista se dedicó a organizar el partido. Su primer objetivo fue acabar con las familias que desde los noventa se repartían el poder por cuotas. Al año siguiente, un Gómez más maduro y con más confianza revalidó su liderazgo al frente de los socialistas madrileños, logró un apoyo de casi el 90%. Había acabado definitivamente con las familias: renovadores, acostistas o guerristas, balbasistas. Pero se dejó en el camino a los simanquistas, los herederos del anterior secretario general a los que desahució. Hizo hueco en la dirección a representantes del resto de grupos, pero apartó a aquellos que habían crecido con la anterior ejecutiva. Este grupo minoritario se ha convertido en una pequeña espina, "los críticos", como los llama.
Durante ese tiempo Gómez se muestra metódico, disciplinado y muy trabajador. Algunos consideran que es frío y hermético, pero los más próximos insisten en que tiene mucho sentido del humor. "Cuenta chistes, siempre tenemos nuestra coña", dice un miembro de su ejecutiva que reconoce que Gómez es distante. Los problemas internos no le quitan el sueño. Apenas duerme. "Trabaja unas 20 horas al día", asegura un estrecho colaborador. Dedica las madrugadas a culminar su tesis sobre gestión sanitaria. En sus ratos libres cultiva su afición a la pintura. Pero sobre todo hace deporte. Le gusta alardear de sus músculos cincelados en horas de gimnasio.
Otro dirigente socialista sostiene que el líder se ha transformado: "Desconfía de la gente, se enfrenta con la prensa y nos acusa de torpedear su proyecto. Se busca enemigos que no lo son. No reconoce errores y acentúa su carácter autoritario". Entonces comienzan los problemas.
A pesar de ser secretario general, Gómez no es diputado regional, por lo que no puede medirse con Aguirre en el Parlamento. Carece de escaparate mediático y pierde presencia pública. Una encuesta revela que es el político madrileño menos conocido. Se queja del trato que le dispensa la prensa, a la que culpa de su situación. Poco a poco, sus errores pesan más que sus aciertos. Ordena al grupo parlamentario socialista que se abstenga en los presupuestos de 2009, a pesar de que incluían la privatización del Canal de Isabel II. No logra explicar su postura. Lo mismo ocurre cuando pacta con Aguirre para repartirse los cargos en Caja Madrid en contra de las indicaciones de su propio partido. O cuando para boicotear a la dirigente popular se ausenta de los actos institucionales del 11-M o de la recepción oficial del Dos de Mayo. También se le achaca su empecinamiento en trasladar su despacho desde un polígono industrial a una céntrica oficina en la plaza de Callao. Un miembro de la ejecutiva regional que se ha distanciado del líder afirma: "Se ha dejado aconsejar por gente equivocada. Se ha rodeado de un grupo que le perjudica. Solo le dicen lo que quiere oír".
Quizá sea el resbalón de Caja Madrid o que no consigue remontar en los sondeos, pero lo cierto es que se cuestiona su liderazgo. A finales del año pasado, Gómez comienza a ponerse nervioso porque nadie en Ferraz confirma su candidatura. Culpa a José Blanco, ministro de Fomento y ex secretario de Organización del PSOE, de ponerle palos en las ruedas. Se busca un enemigo peligroso y no duda en airearlo. No está dispuesto a cejar en su empeño de enfrentarse a Aguirre. Lleva tiempo retando a quien esté dispuesto a batirse en unas primarias. No es nuevo para él. En 1999 logró la alcaldía de Parla tras ganar un proceso de elección interna.
Gómez, tras reunirse ayer en secreto con el jefe, mantiene su obstinación por ser el candidato a las próximas elecciones porque sigue convencido de que es el mejor. El pulso está servido.
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