Cuestión de peso
Ayer solo ganó el carnicero, porque los toros de Montalvo fueron anunciados con muchos kilos, aunque luego algunos no parecieran tantos en el ruedo. Peso que no se corresponde con la historia ni la línea de esta ganadería y que condicionó la poca fuerza de los astados, que ni fueron picados ni tuvieron acometividad en la muleta, que la tomaron siempre sin exigencia.
Peso de sobra en los animales, el mismo que no tuvieron los toreros en la taquilla. Menos de media entrada en los tendidos en una tarde con presencia de El Juli y El Cid es un síntoma para encender las alarmas sobre el tan manido peso de las figuras a la hora de confeccionar las ferias. Las empresas se rompen la cabeza para atraer al público con nombres y Vitoria no es menos.
MONTALVO / RAFAELILLO, EL JULI Y EL CID
Seis toros de Montalvo. Grandotes, salvo el anovillado tercero, muy gordo el primero; todos con poca fuerza y de comportamiento excesivamente noble salvo el cuarto.
Rafaelillo: Estocada (saludos) y pinchazo, estocada y tres descabellos (saludos tras un aviso).
El Juli: Estocada desprendida (oreja) y Estocada (saludos con petición).
El Cid: Estocada (oreja) y pinchazo sin soltar y estocada (saludos).
Plaza de Vitoria. 6 de agosto de 2010. Segunda de la feria de La Blanca. Un tercio de entrada.
Las empresas tienen que replantearse sus postulados. El público quiere romperse las manos aplaudiendo y para eso se necesita un toro con movilidad y con emoción, no los chochos montalvos que se pasaron de nobles y apenas si hicieron despeinarse a los toreros. Una etapa más para las figuras en su apretada agenda de agosto y nada para recordar.
El Juli cortó la primera oreja de la tarde con un toreo facilón, al hilo del pitón, sin exigir al flojísimo astado y con una petición que hace dudar sobre las matemáticas que explican lo que son las mayorías. En el quinto de la tarde, la petición fue tan débil y, sin embargo, no cayó trofeo alguno. La razón quizás haya que buscarla en que su labor resultó más despegada, si bien la buena estocada pudo merecer algo más por sí sola.
Poco peso de figura derrochó también El Cid, que debió arrollar con un pequeño ejemplar al que El Boni enseñó a ir largo en la lidia de banderillas y que el sevillano aprovechó en dos primeras tandas dando espacio al toro que hicieron presumir algo más. Sin saber por qué, acortó los terrenos y el toro optó por protestar. Tardó un mundo en cuadrar al toro, como si de un principiante se tratara, solo por no darse cuenta de cambiarle de terrenos; en cuanto lo hizo, pudo matarlo y pasear una oreja.
Para quien pesaba la tarde era para Rafaelillo, un torero cuajado en corridas duras, con triunfos de mérito y que ayer tenía el premio de encartelarse con las figuras.
Rafaelillo salió a por todas, con largas cambiadas de rodillas en ambos toros, con hambre para dejar su sello sabedor de que esa tarde podía cambiar su agenda de corridas toristas por algunas ganaderías más bonancibles. Y la moneda le cayó de cruz, porque ni el primero tuvo la calidad de los demás montalvos ni el segundo se movió, por lo que el murciano optó por el arrimón, su misma guerra de toda la temporada, pero esta vez con un toro sin importancia, parado y rajado. Sobre Rafaelillo cayó la pesada losa de la mala suerte. Precisamente el único torero que no vino a pasar de puntillas se quedó sin tocar pelo.
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