Tarde de figuras
El buen aficionado llegado desde Bilbao bostezaba junto a una bocana del tendido tres. Era el sexto de la tarde y no había pasado casi nada de importancia. Los toros de Núñez del Cuvillo adolecieron de fuerza y apenas pudieron emplearse con boyantía en el último tercio, en realidad, el único que existió durante el festejo, pues espadas y cuadrillas se preocuparon de eliminar el primer y segundo tercio.
Los cuvillos, de hermosas cornamentas, apenas fueron picados y, cuando lograron empujar en el caballo, recibieron unos puyazos traseros que merecieron ser multados todos ellos. Al toro hay que picarlo por delante, en el morrillo, donde sangra, pero no se lesiona. Sin embargo, Julio Aparicio vio cómo a sus enemigos se les administraban los puyazos atrás, donde se quebranta al animal. En los otros toros ni eso, Manzanares evitó que picasen a su primer oponente y Perera se limitó a simular un encuentro con el varilarguero.
CUVILLO / APARICIO, MANZANARES Y PERERA
Toros de Núñez del Cuvillo: bien presentados, alguno escurrido.
Julio Aparicio: Pinchazo pescuecero, pinchazo y estocada baja (bronca) y estocada caída (silencio).
José María Manzanares: Pinchazo y estocada (saludos) y estocada muy baja y dos descabellos (saludos).
Miguel Ángel Perera: Estocada baja y estocada trasera (oreja tras dos avisos) y pinchazo y estocada trasera (Oreja).
Plaza de Vitoria. 5 de agosto. Primera de la feria de La Blanca. Media entrada.
Las figuras buscan el toro para que no pase nada y seguir con su temporada
Es de las pocos hurtos que deja contento al perjudicado, pues el público está más contento cuanto menos tiempo permanecen los picadores en el ruedo. Se nota que de tanto hacer mal la suerte de varas, el público ha olvidado que es uno de los momentos más emocionantes de la lidia.
Una vez evitado el primer tercio, ¿para qué poner énfasis en el segundo? parecieron pensar los subalternos de a pie y se limitaron a ser discretos en los seis toros. Es lo que quieren las figuras: un toro justito de fuerzas, que pida poco en el capote y que llegue a la muleta lo más rápido posible, el único tercio al que le dan importancia.
Miguel Ángel Perera quiso romper por momentos la tendencia y en su primero , el más justito de presencia, se gustó con el capote e incluso hizo un quite. Todo por arriba, que el toro no tenía fuerzas. El extremeño salió decidido a no pasar de puntillas por Vitoria y con una faena ligada, en la que destacaron algunos naturales buenos y su obsesión por un toreo estático, arrancó una oreja benévola, pues la petición fue minoritaria.
Para entonces, Julio Aparicio ya se había quitado de en medio al que abrió el festejo sin ninguna vergüenza y sin ningún interés por torear a un morlaco que no hizo ninguna cosa mala. La bronca se extendió al cuarto, cuando Aparicio amagó con brindar al público. Los tendidos estaban de fiesta, pero no quisieron chuflas.
Manzanares hizo la pantomima de la tauromaquia moderna. Estirarse, ponerse bonito ante un inválido segundo, que no era capaz de aguantar el tercer muletazo sin hincarse en la arena. Tanto elegir hierros y buscar el toro ideal para cada plaza, tanto volver locos a los empresarios para luego lamentar la falta de fuerzas...
Y aquel bostezo del tendido tres fue roto por la charanga de los blusas, que este año han decidido llenar los tendidos de sol. Ruidosos sí, pero bendito regreso también.
El pasodoble de la fanafarria metida a orquesta fue el prólogo a lo mejor de la tarde. Perera entendió al cuvillo y lo fue metiendo en la muleta hasta lograr que el animal solo quisiera trapo. Una extraordinaria tanda de derechazos siguió a otra buena de naturales. Era el momento de matar, pero el pacense echó un borrón al insistir con unos atropellados circulares. Con todo, fue un buen cierre para una tarde de figuras, que buscan el toro para que no pase nada y seguir con su triunfal temporada.
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