Un manifiesto por la fiesta
Al grito de Gora Zezenketak (Arriba las corridas de toros) comenzó el festejo en Azpeitia. El paseíllo fue interrumpido para dar lectura a un manifiesto en nombre de los profesionales taurinos, en euskera y castellano, a favor de las corridas de toros, en la que se recordó la prohibición de Cataluña y se reclamó la libertad de la ciudadanía para acudir a las plazas. La plaza de Azpeitia, con su aforo casi al completo, lo secundó con un rotundo Gora.
Fue un toque de reivindicación para los allí presentes. Pero, una vez vista la corrida, da la sensación de que aficionados y profesionales persiguen cosas bien distintas. El espectador, que paga su entrada religiosamente, defiende la fiesta de los toros, la que se vivió en Azpeitia el viernes y el sábado, la que rebosa emoción, espectáculo y con la que el aficionado salió satisfecho al margen de los trofeos cortados.
TORNAY / CID, MANZANARES Y A. AGUILAR
6 toros de Hermanos Tornay. Justos de presentación, algunos terciados, y de juego noble en la muleta.
El Cid: Estocada trasera (saludos tras leve petición) y cuatro pinchazos y estocada haciendo guardia (silencio tras un aviso).
José María Manzanares: Estocada desprendida (oreja) y pinchazo hondo y estocada caída (saludos).
Alberto Aguilar: Estocada baja (palmas) y dos pinchazos y estocada atravesada (saludos). Saludaron los banderilleros Juan Navazo, de la cuadrilla de Aguilar, y Curro Javier, de la de Manzanares, por su labor con los rehiletes.
Plaza de Azpeitia. 1 de agosto de 2010. Casi lleno. Tercera de Feria.
Aguilar despertó al público con un toreo diferente al adocenamiento
Los profesionales, por su parte, los que cobran de este complicado entramado taurino, pelean por otra cosa, no por la fiesta de los toros sino por la fiesta de los toreros. La que se produjo ayer en la misma plaza guipuzcoana, sin emoción, con muchos pases y con más puesta en escena que contenido. Una fiesta que no necesita antitaurinos porque sólo se sostiene en la tradición. La gente no quiere asistir a un espectáculo donde no pasa nada, donde todo es previsible y cada uno tiene repartido sus papeles desde antes de empezar.
Si con los toros de Dolores Aguirre y de Palha nadie se aburrió, en la corrida que cerró la feria el entretenimiento hubo que buscarlo en el zortziko, los cánticos al son de la dulzaina o los pasodobles, como en el quinto de la tarde cuando Nerva relanzó la anodina faena de Manzanares.
El alicantino fue el único en cortar una oreja. Su labor, siempre aseada, fue siempre con ventajas, toreando despegado y hacia afuera; en definitiva, sin obligar al pobre toro, que bastante tenía con llegar con las fuerzas justas a tomar la muleta, eso sí, con mucha nobleza. Entre Manzanares y El Cid sumarían 230 naturales y 300 derechazos que se habían olvidado antes de ser arrastrados sus enemigos.
El Cid pasó un momento de apuro, cuando se metió cerca de los pitones del cuarto, que le empujó hasta dejar abierta la taleguilla del sevillano por una comprometida parte para el espada.
En el cartel de las figuras se había colado el triunfador del sábado, Alberto Aguilar, quien después de llevar una temporada encasillado en las corridas duras se debió frotar los ojos al ver su lote de ayer. Recibió con larga cambiada de rodillas a su primero, un novillote sin pitones que le cogió aparatosamente en un quite confiado del madrileño. Todo quedó en un susto y pasó a una faena alborotada, que tuvo intensidad.
En el sexto, Aguilar despertó al público con un toreo diferente al adocenamiento anterior. Obligó al astado más serio del festejo y toreó hacia adentro, cargando y con algunos pases de pecho realmente buenos. El toro no le aguantó esa exigencia y se le apagó pronto.
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