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Crítica:cine
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De las trenzas al pelo suelto

Javier Ocaña

Lo peor de Mamá está en la peluquería quizá sea su título. Primero, porque huele a fórmula, a copia de la yugoslava Papá está en viaje de negocios o de la brasileña El año que mis padres se fueron de vacaciones, historias que, como la presente, apelan a la ausencia de uno o los dos progenitores, a la mentira social, a caparazón afectivo como medida de autodefensa. Y segundo porque tal título ofrece, de entrada, un tono cómico y un tanto superficial que sin embargo está lejos de la realidad.

Mamá está en la peluquería, producción canadiense dirigida por Léa Pool, es uno de esos relatos mil veces contados que, cuando se desarrollan bien, siguen teniendo plena vigencia. ¿Por qué? Porque la nostalgia es imperecedera.

MAMÁ ESTÁ EN LA PELUQUERÍA

Dirección: Léa Pool.

Intérpretes: Marianne Fortier, Élie Dupuis, Hugo St-Onge-Paquin, Laurent Lucas.

Género: drama. Canadá, 2008.

Duración: 97 minutos.

A través de una hermosa fotografía que enciende los colores y que en las escenas de interior poco iluminadas va acompañada de una textura de grano duro de apariencia fascinante, Pool viene a contarnos ese verano asociado a la pérdida de la inocencia, ese momento en el que nos dimos cuenta de que el devenir era mucho más que juegos, risas y carantoñas, ese instante en el que las apariencias se desconcharon para dar lugar a las certezas. Ambientada en los años sesenta, la película adolece de cierta acumulación de desgracias en torno a las familias disfuncionales de la pandilla de amigos protagonistas: padres en coma, migrañas salvajes, desmayos, adulterios, homosexualidades encubiertas... Ni uno solo de los progenitores se libra de cojera alguna, pero la autora parece tener una habilidad especial para el dibujo del momento pequeñito que, con el tiempo y visto con la perspectiva necesaria, pasa a vislumbrarse como una de las circunstancias mágicas de la existencia pasada. A pesar de que en algún momento pueda forzar las situaciones, Pool nunca subraya, manteniendo el texto alejado del ternurismo y dando preponderancia a la fuerza de la imagen, a la carga del símbolo, por encima de la charla. Así, esa especie de Frankenstein al que todos los niños temen, ese huraño de poderosa mirada al que nadie quiere rozar, es la encarnación de lo que en un tiempo creímos saber, del día en que nos topamos con el muro de (sobre)vivir.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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