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Reportaje:Laboratorio de ideas | BREAKINGVIEWS. REUTERS

Antes de que el techo se nos caiga

El gobernador del BCE defiende la política de austeridad presupuestaria

Hemos ganado la guerra contra la caída en espiral de la economía, por lo que ya no hay necesidad de déficits gubernamentales propios de épocas de guerra. Esto es un resumen rápido de las agresivas opiniones de Jean-Claude Trichet que ha manifestado en un artículo en el Financial Times. Habría que hacerle caso.

Si no hubiera riesgos en la radical política fiscal, ni dudas sobre su eficacia, entonces las advertencias del presidente del Banco Central Europeo resultarían excesivas. La recuperación mundial de la recesión sigue sin acabar de arrancar y el sistema financiero no es muy sólido que digamos.

Pero los riesgos y las dudas sobre los estímulos abundan. La principal duda es en qué medida contribuye realmente el dinero adicional de los Gobiernos a los gastos de los consumidores y los negocios. Trichet insinúa que la experiencia histórica apoya la conclusión contraria: que una vuelta a la prudencia fiscal es la mejor manera de mantener el crecimiento.

El principal riesgo es lo que Trichet denomina una respuesta "no lineal", una repentina pérdida de la confianza en un Gobierno o una divisa. No ha mencionado nombres, pero Estados Unidos y Japón nos vienen a la mente como países sin un programa serio para restaurar el equilibrio financiero. En otras grandes economías, entre ellas Alemania y Francia, la retórica de la prudencia no se corresponde mucho con la realidad.

Esto supone coquetear con el desastre, un desastre que los Gobiernos, que ya están al límite de su capacidad, no podrán abordar con facilidad, como ya ha demostrado la crisis de la zona euro. Si bien disminuir el estímulo significa un pequeño sacrificio del crecimiento, es un precio razonable que pagar por renovar la flexibilidad y la credibilidad de los Gobiernos.

El tono firme de Trichet al hablar de los Gobiernos choca un tanto con su modo de actuar en su trabajo diario de definir la política monetaria. Es cierto que el BCE no se ha unido a sus homólogos de Estados Unidos y Reino Unido a la hora de plantearse una campaña renovada de relajación cuantitativa del crédito. Pero aún tiene tipos de interés ultrabajos y recibe con los brazos abiertos a los Gobiernos y bancos que tienen problemas de liquidez.

La eficacia de no renunciar a este radicalismo monetario también es cuestionable, mientras que los riesgos de facilitarle demasiado la vida a los acreedores y los bancos están claros. Pero los bancos centrales pueden actuar más rápido que los Gobiernos. No se debería hacer caso omiso de Trichet solo porque aún no esté listo para tomar su propia medicina. -

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