La geometría variable de Cavendish
Cuarta victoria al 'sprint' del británico la víspera de la contrarreloj decisiva de Burdeos
En unos tiempos en los que la geometría de la ética en el ciclismo es tan variable como cambiante es la geometría del pelotón, la pregunta era inevitable.
-Contador, ¿a quién quiere más Cameron Diaz, a Andy o a usted?
La sinceridad de la respuesta era inevitable, quizás dolorosa, pero el campeón del Tour salió del trance con habilidad.
"No sé", dijo el chico de Pinto, que calzaba unas hermosas zapatillas de gruesa suela, unos centímetros de más que le permitían casi poder hablar con Andy sin que este tuviera que inclinar la cabeza para mirarlo. "Pero", y aquí guiñó pícaramente un ojo, "yo le he dado el ramo de flores". No consiguió a cambio, y así lo confesó, el número de teléfono de la starlette, pero tampoco parece que Andy, su rival-amigo, lo lograra, lo que lleva a colegir que la actriz, de promoción en Burdeos junto a Tom Cruise, fracasó donde antes habían fracasado también unos pedazos de pavés, un surplace pirenaico, un cambio SRAM mal manipulado y hasta el gigante Tourmalet. Tampoco ella pudo hacer una mella en la sólida relación que viven el primero y el segundo del Tour.
El velocista imparable ha vuelto. En cuatro pedaladas dejó atrás a todo el pelotón
Lo que es una buena noticia y además lógico dado lo que el pensador y abogado australiano Martin Hardie define como el carácter "inherentemente social y posiblemente democrático del pelotón ciclista". "Social", explica, "en el sentido de que es un lugar donde los rivales conversan entre sí, lo mismo en el ardor de la batalla que en los momentos en que la carrera sestea en los tiempos muertos".
En el pelotón no se para de hablar. Hablan entre sí los ciclistas, los de unos equipos con otros también, y también los directores. Hablan de la carrera y de su vida, de sus aficiones, de sus amigos. Hablan en una carrera y también en la siguiente. Antes de la carrera, durante la carrera, después, por la noche, en el hotel, en la mesa de la cena. A lo largo del año, a lo largo de la vida. Traban entre ellos unas relaciones imposibles de encontrar en ningún otro deporte. No en el tenis, donde no hay ni siquiera posibilidad de contacto físico durante el partido, tampoco en el atletismo, ni siquiera en el fútbol. "Todos", concluye Hardie, "tienen que ascender las mismas colinas, luchar contra los mismos vientos, como una multitud, un movimiento infinitamente cambiante, amorfo como una ameba siempre avanzando hacia adelante". Una masa que se autorregula democráticamente: sus reglas, sus normas, se escriben diariamente mientras se avanza por la carretera.
Y por delante de todos, rompiendo el viento, una bola de cañón: Cavendish, su geometría variable sobre la bicicleta, desafiando las leyes del aerodinamismo.
En la recta de Burdeos, 80 visitas del Tour, 80 sprints magníficos, a orillas de un Garona espeso y marrón como el chocolate, soplaba el viento de cara. Hay sprinters grandes, tremendos, como Hushovd y Petacchi, que desafían al viento con sus corpachones y tratan de proclamarse superiores con la ayuda de trenes que los lanzan a toda velocidad. Los hay pequeños, como Freire, que simplemente intentan sobrevivir entre los hierros. Solos, buscan un hueco, una oportunidad para expresarse. Y está Cavendish, que a veces goza de tren y a veces, como ayer, no, que vive al límite y maneja la física a su antojo y convierte las turbulencias provocadas por el viento de cara, que a todos frenan, en aire a favor. Y piensa rápido, al menos tanto como pedalea a 70 por hora. Comenzó el sprint por la derecha, al abrigo de Hushovd, vestido de verde aún, y cuando vio que por la izquierda avanzaba Petacchi, que acabó de verde el día, de un brinco cambió de lado. "Tuve suerte. Petacchi lanzó por la izquierda, que era por donde entraba más viento, y me puse a su derecha, protegido", dijo el chico de la isla de Man, quien usó como resorte la velocidad del italiano y en 200 metros, en cuatro pedaladas, sacó unos metros de ventaja a todo el pelotón. Después de comenzar el Tour con una caída en Bruselas, el inglés ha ganado cuatro de los seis sprints disputados. El Cavendish imparable de 2009 ha vuelto. Entonces acabó ganando en los Campos Elíseos con tanta ventaja que parecía que se había fugado del pelotón, de ese ámbito tan social, tan hablador.
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