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Columna
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Cajas de nunca jamás

Si José María Simó Nogués, Manuel Broseta, Emilio Attard, Vicente Iborra, José Antonio Noguera o Joaquín Maldonado levantaran la cabeza y pudieran opinar sobre lo que ha ocurrido con la fusión de las cajas de ahorro valencianas, manifestarían su disconformidad sin reservas. Esta decisión ha supuesto la liquidación del gran proyecto financiero que se lleva gestando, en distintos frentes, desde hace más de 150 años en este país, que cada día se aproxima más a la categoría de sucursal bancaria. Esto no tiene por qué ser intrínsecamente perjudicial para los intereses valencianos, pero supone un frenazo y marcha atrás para las pretensiones autonómicas del territorio valenciano.

El fracaso de las cajas de ahorro valencianas es financiero, económico y sobre todo político. Cuando Jordi Pujol puso en marcha el proyecto político que le permitió presidir la Generalitat de Catalunya a lo largo de 23 años, lo primero que hizo fue promover la operación Banca Catalana, que no fue un buen negocio financiero, pero sí constituyó una excelente plataforma para desarrollar el proyecto político catalán dotándolo de iniciativas e instituciones que aún perduran.

Por esa misma razón y con los mismos propósitos, las personalidades con visión autonómica, que durante los años de gestación de las inquietudes valencianas, proliferaron en nuestras latitudes, tuvieron una idea clara: la autonomía política no es posible sin autonomía financiera. Como la sociedad valenciana ha renunciado al poder financiero, en consecuencia, ha perdido una de sus bazas fundamentales para disponer de poder político.

La operación de concentración de poder financiero más importante de la historia valenciana, la llevó a cabo un empresario del metal, que había surgido casi de la nada, José María Simó Nogués, y que fue capaz de fusionar a varias cajas de ahorro de Valencia y Castellón bajo el paraguas de Bancaixa, la mejor marca financiera de la historia valenciana, después del Banco de Valencia, que al mismo tiempo fue controlado por Bancaixa.

Esta trayectoria de esfuerzo y aciertos se ha ido por la borda con la fusión o aproximación de Bancaixa con Caja Madrid y otros añadidos. De la componenda a la que ha llegado la CAM (Caja de ahorros del Mediterráneo, antes de Alicante y Murcia) con Cajastur, más vale no hablar, porque si se trata de mantener sueldos y cargos, los valencianos, todos y cada uno, podrían solicitar su parte alícuota, de unas entidades y lo que significan, a los que las personas que las rigen no les han aportado apenas nada.

En todo este asunto habría que barajar el papel de los políticos -los que mandan y los de la oposición-, el de los componentes de las asambleas de las cajas de las entidades fundadoras; el de los empresarios, el de los intelectuales y el de los ciudadanos que algo podrían decir acerca de unas entidades con trayectoria histórica, que han sido vinculadas a quien ha decidido el Banco de España. El mismo Banco de España que a mediados del siglo XIX dificultaba la viabilidad de los incipientes bancos valencianos.

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La sociedad valenciana tiene derecho a saber cuál ha sido la gestión, acertada o desacertada, de quienes han regido los destinos de las cajas de ahorro en los últimos años, por qué han dimitido sus directores generales, por qué no se fusionaron las dos grandes cajas de la Comunidad Valenciana en los últimos quince o veinte años y por qué las miserias de los intereses partidistas y personales no han sido capaces de poner los mimbres para hacer el cesto de la gran entidad financiera valenciana. Los políticos han fracasado en la resolución de los intereses financieros y económicos de la Comunidad Valenciana y, por tanto, han asfixiado su propio proyecto de dimensión política.

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