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Reportaje:

Turismo entre tumbas y crisantemos

Los camposantos protagonizan una ruta alternativa donde el pasado de Galicia se revela al visitante a través del testimonio callado de sus difuntos

A principios del siglo XIX, Galicia experimentó una explosión demográfica que desbordó los cementerios que habían crecido en los aledaños de las iglesias parroquiales. Fue entonces cuando se comenzaron a crear camposantos en las afueras, unos espacios verdes donde las familias pujantes de la alta burguesía construyeron mausoleos imponentes para distinguir a los suyos de los trabajadores.

Estas joyas arquitectónicas han preservado el sueño eterno de sus moradores hasta la actualidad, pero ya no son sólo ciudades de silencio y muerte. Muchos de estos cementerios han abierto sus puertas a los vivos para que puedan rendir homenaje a gallegos ilustres y disfrutar con esculturas de otro mundo.

La ruta europea de cementerios hace escala en uno lucense: San Froilán
San Amaro acoge un panteón nazi y el de Los Ingleses, a 173 marineros

"Esta tierra está plagada de sepulturas fascinantes, como las 500 lápidas gremiales que custodia la coruñesa Iglesia de Santa María A Nova", declara Concha Allut, la concejala de Cultura de Noia, en referencia a las tumbas medievales que han convertido a este templo en uno de los más importantes de Europa. "En la piedra sólo aparece un escudo que representa el oficio del difunto. Esto permite saber cuál era la actividad económica de la zona", señala Allut, que se mantiene al margen de las teorías masónicas que rodean al lugar y destaca la Tumba del Peregrino como uno de los principales atractivos del recinto durante el Año Santo Xacobeo.

Más antigua aún es la necrópólis de O Grove, un asentamiento situado cerca de la playa de O Carreiro. Ha sobrevivido a los visigodos, a los romanos y, ahora, también a las presiones urbanísticas, que han vencido a otros camposantos históricos como el de Lugo, desplazado en 1948 por el Gran Hotel de la ciudad y trasladado a las afueras, en As Arieiras. "San Froilán es un digno heredero de su antecesor, armonioso y majestuoso, por eso ocupa un lugar en la ruta europea de cementerios", defiende con orgullo Luisa Zarzuela, concejala de Asuntos Generales del ayuntamiento lucense. "Estas tumbas cuentan más de medio siglo de historia y los vecinos deben conocerlas. Los cementerios deberían formar parte de la vida de la ciudad, igual que las murallas o los parques", sostiene Zarzuela, una de las encargadas de poner en relieve el valor patrimonial de este recinto donde yacen ilustres como Fole, Gustavo Freire o Luis Pimentel. "El cementerio está salpicado por frases sobre la muerte y tiene un patio perfecto para recuperar la costumbre de Cadalso, que buscaba la inspiración en sitios como éste".

No sólo los poetas se han dejado cautivar por las musas de los camposantos. Los Suaves, la mítica banda de rock ourensana, le dedicó un álbum en 2002 al de San Francisco, que dos años antes se había convertido en Bien de Interés Cultural.

Los méritos de este lugar no se limitan al valor arquitectónico de los inmensos panteones barrocos de granito enmohecido, sino a la intrigante atmósfera que generan las verjas oxidadas, el olor a laurel y la luz cenital que permanece durante todo el día en la ladera de Montealegre.

Según la tradición popular, los pueblos optimistas sitúan sus necrópolis en sedes elevadas como este monte, pero una leyenda entristece San Francisco. Junto a la entrada del cementerio de Ourense hay un jardín presidido por un ciprés centenario que tiene delante una losa de marmól blanco donde pone: "¡Pobre Asunción!". Esta inscripción hace referencia a una joven costurera que descansa en el camposanto después de que la matara el disparo de un mozo despechado en la Praza Maior.

La tierra húmeda del Cementerio de los Ingleses, en el municipio coruñés de Camariñas, también guarda historias de fantasmas de los 172 marineros que murieron en el naufragio del buque The Serpent. Juan Campos, un vecino de la localidad, cuenta que fue la gente del pueblo la que les dio sepultura y que, hasta los 50, un barco inglés se acercaba cada año hasta la playa de Trece para disparar salvas en su honor.

Los habitantes de San Amaro también tienen "huéspedes" extranjeros en el coruñés camposanto de Orillamar. Allí permanece escondida una cruz gamada en un panteón erigido por el Consulado Alemán para enterrar a los soldados nazis que cayeron en Galicia.

Como dice el refrán, "no es sombrío el cementerio, sólo es sombrío el entierro" y para demostrarlo sólo hace falta pasear por el de Santa Mariña de Dozo, en Cambados. Desde el XIX, este recinto pontevedrés protege a sus difuntos al abrigo de un perdido castro, bajo unas arcaduras desnudas que se enfrentan al cielo abierto de las Rías Baixas. Sólo apto para románticos.

El recinto funerario de la iglesia pontevedresa de Santa Mariña de Dozo en Cambados.
El recinto funerario de la iglesia pontevedresa de Santa Mariña de Dozo en Cambados.CARLOS PUGA

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