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Condena de 18 años de cárcel a tres chinos por secuestro

Pablo de Llano Neira

Una mujer china llamaba por teléfono a un compatriota para pedirle asesoramiento profesional para decorar una vivienda o reformar un restaurante. Las personas requeridas acudían a una cita y se encontraban con tres hombres enmascarados y armados que los desplumaban, los maniataban y los tenían secuestrados hasta que les pagaban lo que pedían. La banda actuó dos veces, hasta que cayó en manos de la policía. La Audiencia Provincial ha condenado a cada secuestrador a 18 años de cárcel. La mujer no ha sido identificada.

El primer golpe de la banda fue el 19 de marzo de 2007, según la sentencia de la Audiencia. Un decorador de interiores chino recibió la llamada a las seis de la tarde y llegó en coche a su cita, en una vivienda, a las 20.30. Allí estaban preparados para hacer su trabajo tres individuos con cuchillos y una pistola detonadora (que solo hace el ruido del disparo). Le taparon la boca con cinta de embalar, lo ataron de pies y manos y lo dejaron en una habitación. Durante el secuestro le robaron al hombre 5.000 euros que llevaba encima. A las siete de la mañana del día siguiente llamaron a un amigo del secuestrado y le pidieron que entregase 3.000 euros a una persona en un restaurante chino. Hecho. Cuatro horas después, liberaron al decorador.

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Torturas y amenazas

La siguiente acción de la banda fue el 20 de mayo de 2007. Esta vez la mujer del teléfono engañó a tres constructores chinos, que fueron a ver cómo reformar una casa y un restaurante y se encontraron en un piso a los tres criminales y a otras cinco personas no identificadas. Todos llevaban pasamontañas y grandes cuchillos. Los amordazaron y maniataron como al decorador, los metieron en una habitación, les dieron una paliza (a uno de ellos le quemaron la muñeca con un pitillo) y le pusieron precio a su libertad: 30.000 euros entre los tres.

El secuestro ocurrió a las cuatro de la tarde. 24 horas después, se pusieron en contacto con la novia de uno de los retenidos y le pidieron 19.000 euros. La mujer hizo su oferta: no pondría los billetes antes de que los soltasen. No hubo trato. La banda sospechó que la policía andaba acechando. Eligieron un camino más seguro, pero menos lucrativo. Al día siguiente, tras amenazar a sus rehenes con cortarles los dedos y obligarlos a firmar un pagaré de 6.000 euros, decidieron soltarlos.

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