Los derechos que no defendemos
Leo entre la sorpresa y la indignación una noticia en la que se impide a una mujer embarazada recibir asistencia médica por ir cubierta con el niqab y luego se le impide declarar por el mismo motivo (aunque ella no se niega a descubrirse ante la juez, solo ante el público).
Me pregunto los derechos de quién estamos defendiendo. El derecho a la salud de esta mujer, no. El derecho a recurrir a la ley como garante (qué contradicción) de sus derechos, tampoco. En nombre de la libertad obligamos a las mujeres a tomar decisiones individuales que responden a una estructura cultural y social, y no a voluntades individuales. Y si no obedecen, si no se liberan tal cómo nosotros esperamos (descubriéndose la cabeza, claro), las oprimimos (sin atención médica, por ejemplo) por oprimidas (llevar velo). Qué cómoda nuestra postura privilegiada que se permite decidir entre el bien y el mal, entre quién es digno/a de recibir atención médica y quién no.
Una postura que, en definitiva, exige a una mujer que se enfrente a su tradición cultural, a su marido, a sus creencias y a su entorno (y de paso resuelva las contradicciones de su proceso migratorio) en el lapso de tiempo que dura una visita ginecológica.