Acrobacias a ritmo 'brasileiro'
Fabio Jordâo aspira a alcanzar la máxima categoría de 'capoeira' en el mundial de agosto y convertirse en el primer gallego con el título de Maestro
Todos los amantes de la capoeira coinciden en que la verdadera dificultad no estriba en ejecutar las asombrosas acrobacias y volteretas mortales de sus movimientos, sino en convencer a amigos y parientes de que, más allá de una simple modalidad de lucha, la capoeira es ante todo una filosofía de vida.
Harto de esta situación Fabio Jordâo (Sao Paulo, 1976), conocido sobre la lona de los gimnasios como Contra Mestre Fabinho, lleva seis años impartiendo la magia de la cultura capoeira en Vigo y la comarca de O Morrazo. El último capítulo de una carrera meteórica que arrancó a los 14 años en las calles de su Marília natal, cuando invitado por un amigo a participar en una roda callejera sintió "amor a primera vista" y decidió que a, partir de entonces, la capoeira vertebraría su vida.
Desde 2002 Fabinho se sitúa a la cabeza del ránking mundial
Durante siglos el deporte se asoció a maleantes y bandidos
Ahora divide su tiempo entre la docencia y el entrenamiento con la vista puesta en el próximo Campeonato Mundial Muzenza que se celebrará a finales de agosto en Río de Janeiro. Allí aspira a revalidar su título mundial en la categoría Contra Mestre y alcanzar así la máxima consagración de Maestro. La confianza de haberse clasificado entre los cinco primeros del mundo desde 2002 le avala en el intento.
Con más de dos décadas de experiencia a sus espaldas, Fabinho ha pisado las rodas de buena parte de Sudamérica y Europa. Fue en en medio de uno de esos viajes, en 2004, tras atracar en el puerto de Vigo, cuando quedó prendado del paisaje y la ciudad. "Al regresar a Brasil me informé sobre la capoeira en Galicia y me sorprendió la poca presencia que tenía. Por eso decidí volver y divulgar sus principios". La decisión le sitúa ahora como el más grande de la capoeira gallega.
Pero no toda la lucha se libra en las rodas. Durante siglos la capoeira fue prohibida por el Gobierno brasileño como una forma de violencia asociada al hampa. Desde entonces y hasta que en 1937 el presidente Getúlio Vargas la proclamase deporte nacional, su práctica tuvo tiempo de exportarse a todo el mundo envuelta en un manto de prejuicios. Ahuyentar ese fantasma ha ocupado desde hace años la mente de Fabinho. Por ello ha sacado al mercado el Manual educativo de capoeira y cinco CD grabados en colaboración con otros miembros del grupo Muzenza en los que demuestra el riquísimo folclore que late tras la capoeira.
El último paso en esa lucha por normalizar la práctica del deporte ha sido la fundación, junto con otros profesores, de la Federación Galega de Capoeira (FGC), organismo que nace con la vocación de regular un mundo plagado de falsos profesores y escuelas no adscritas a ningún grupo oficial. De momento la FGC ya ha dado sus primeros frutos y la cantera gallega luce en lo más alto del plantel nacional tras la obtención de un oro y una plata en el IV Campeonato Europeo celebrado hace unos meses en Albufeira (Portugal).
En pelea constante por incrementar el número de aficionados, Fabinho celebrará este fin de semana unas jornadas temáticas sobre capoeira en las islas Cíes. Naturaleza en su estado más puro para disfrutar de torneos, paseos por el campo y luales, charlas sobre capoeira a la luz de la luna. Un regreso a la genésis del deporte, cuando era patrimonio exclusivo de los esclavos angoleños arrastrados a Brasil. Pero, sobre todo, un intento por acercar la cultura brasileña a la gallega.
A poco más de un mes del mundial de Río de Janeiro, Fabinho confía más que nunca en sus posibilidades. "Son muchos años presentándome a este tipo de campeonatos, y este año pretendo traer a Vigo el título mundial". El coste es alto: jornadas de seis horas de entrenamiento seis días a la semana en las que combina sesiones de musculación, con carreras al aire libre y ejercicios técnicos. Precio justo para un reconocimiento con el que consagraría su esfuerzo por asentar la práctica de la capoeira en Galicia.
Cuando disputaba sus primeras rodas en Marília, a principios de los noventa, Fabio lucía apenas una figura escuálida de chiquillo de Sao Paulo. Esa estampa le valió el sobrenombre de Fabinho, el mismo con el que ahora aspira a ceñirse el cinturón negro de Maestro. Marília a cambiado por Cangas do Morrazo y las callejas terrosas por el suelo mullido de su gimnasio, el Di som. En el camino poco ha variado: sigue viva la llama que le llevó a atravesar el Atlántico y que, más de dos décadas después, le anima a impartir las enseñanzas de Muzenza a sus cerca de 60 alumnos. La semilla de un deporte que crece en Galicia.
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