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Crítica:GREC 2010 | Música | DR. JOHN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gumbo con vudú

En el imaginario colectivo, la ciudad de Nueva Orleans es sinónimo de fiesta, mestizaje, alegría, color, mardi gras, jazz callejero, gumbo y cangrejos de río, vudú, mucho vudú y, sobre todo, ritmo, un ritmo de ese que te atrapa aunque pretendas evitarlo como en el carnaval criollo, como un carnaval constante. Si eso es así, es fácil aceptar que Dr. John sea su máxima expresión.

Si alguien lo dudaba, el pasado lunes el Auditori se entintó con todos esos colores, se sumergió en un ritmo penetrante y el bueno del doctor, con su calavera sobre el órgano Hammond y su bastón repleto de baratijas mágicas, ofició (porque de un oficio casi religioso se trataba) un recorrido por todo esos lugares en los que se mezcla la fantasía con la realidad. Un concierto soberbio de los que, además, le insuflan al personal una dosis de buen humor nada despreciable.

DR. JOHN

Auditori. Barcelona, 12 de julio.

El concierto había comenzado de forma un tanto fatigosa porque Dr. John se hizo esperar bastante. Abrió fuego su guitarrista en solitario ejerciendo de telonero no anunciado. Más de media hora que podíamos habernos ahorrado: John Fohl es un buen guitarrista pero como cantante tiene poco que decir. Su actuación quedó resumida en la versión final, al viejo estilo, del clásico Rhum and Coca-cola que habría predispuesto a los asistentes para recibir a Dr. John de no ser porun innecesario entreacto. A pesar de todo, cuando Dr. John entró cadenciosamente en el escenario, todo cambió.

Con su voz gutural y su toque casi percusivo Dr. John sirvió una dosis de ritmo terriblemente sazonado, gustoso, picante y cercano. Siempre ha sido así pero más en esta visita ya que, acompañado sólo por una sección rítmica, todo el peso del escenario recaía sobre su persona. La propuesta de Dr. John es como el gumbo de su tierra en el que todo se mezcla para conseguir un sabor único, reconocible y siempre suculento. Hacia la mitad del recital el público ya estaba de pie bailando, era imposible resistirse: realmente hay algo de vudú en esa música.

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