Cabaré temprano
Hay dos maneras de producir espectáculos circenses y de variedades. Una, la tradicional, consiste en fichar buenos números, servirlos sencillamente uno detrás de otro y amenizar las transiciones con entradas de payasos o con un personaje con gancho. La otra consiste en envolver todo eso con un diseño dramatúrgico, escenográfico y de vestuario más o menos ambicioso, y empastarlo durante un periodo de ensayos prolongado, como hace el Cirque du Soleil. La tercera vía es crear el espectáculo desde abajo, con artistas dispuestos a meterle mucho tiempo y a participar todos de todos los números.
Esta segunda edición de ¿Pasión sin puñales?, a cuyo título original se añaden dos signos de interrogación, es, como la primera, una sucesión de números recogidos de aquí y de allá, muy atractivos algunos, a los que se pretende dar un sentido global, que en la práctica aparece diluido por falta de ensayos. Vale la pena verlo aunque solo sea por el vibrante strip-tease de Strahlemann & Söhne, dúo malabarista capaz de desabrocharse y quitarse chaquetas, chalecos, camisas y pantalones y de volvérselos a poner mientras se pasan tres mazas y las prendas de vestir de uno a otro a velocidad de vértigo. Son de una generosidad absoluta el uno con el otro.
¿PASIÓN SIN PUÑALES?
Dramaturgia: Cal McCrystal. Luz: Juanjo Beloqui. Escenografía: Miguel Brayda. Dirección musical: Germán Díaz. Coreografía: Cynthia Akanga. Dirección Artística: Andrew Watson. Circo Price. Del 1 al 31 de julio.
Pero hay más números con vuelo y dificultad: la danza en la cuerda floja de Molly Saudek, las evoluciones atléticas de Galina Trotschenko, campeona europea de pole dance; la elegancia de Marina Bouglione en la cuerda lisa y las acrobacias aéreas de The Aerialistas, el grupo de Seattle que comanda Lara Paxton... El número de Serge Burka con un láser es de sala de fiestas.
Para llegar a ser lo que sus artífices últimos pretenden, a ¿Pasión sin puñales? le falta empaque global. Este año lo han arropado mejor que el pasado, achicando más todavía el ciclópeo aforo del Price y llevando casi toda la acción a la pista central, rodeada de mesitas, pero las piezas de engarce entre números son tópicas y andan faltas de definición. Para crearlas, se ha contratado, entre otros, a Andrew Watson, director creativo de dos espectáculos del Cirque du Soleil que, como Xavier Albertí el año pasado, no ha pasado tiempo suficiente con todos los artistas a pie de pista. Lo mejor, la orquesta dirigida por Germán Cabrera, que acompaña a cada uno de ellos como si llevara media vida haciéndolo.