"La aparición en las plazas de toros del arte con mayúsculas es díficil"
Carlos Marzal (Valencia, 1961) compara en el prólogo de Sentimiento del toreo (Tusquets) al espectador de una plaza de toros con un lector, porque "lee bien en lo que mira". Y quizá por ello, para reforzar los lazos entre la literatura y los toros, ha editado este volumen, que reúne textos de Francisco Brines, Juan Luis Panero o Andrés Trapiello, entre otros poetas, críticos, escritores y cantautores, con ilustraciones de Miquel Barceló, Ramón Gaya o Miquel Navarro, entre otros muchos. Marzal, reciente Premio de la Crítica Literaria Valenciana por su poemario Ánima mía, habla ahora de toros.
Pregunta. ¿Qué le lleva a editar este volumen, un sentimiento estético, una deuda como aficionado a los toros?
"Todos los taurinos son más tolerantes que los antitaurinos"
Respuesta. Una mezcla de todo. Viene de lejos, porque el 80% de los textos pertenece una revista que codirigí hace 30 años aquí en Valencia, que se llamaba Quites. Estuvimos durante 10 años publicando textos de escritores acompañados de dibujos de artistas que a la vez fueran aficionados a los toros. Lo que he hecho es reunir parte de los mejores escritos de Quites con material nuevo de los últimos años también de escritores interesados en el mundo de los toros, como Vargas Llosa, como Antonio Lucas, como el gran Joaquín Vidal.
P. ¿Por qué revista de toros?
R. Aquella revista tuvo más facilidades para ser una revista taurina con fondo artístico que una revista de pintura y de literatura.
P. ¿Y el libro es oportuno?
R. Las circunstancias y el azar han querido que salga en un momento en el que existe una polémica sobre el mundo de los toros entreverada de luchas de naturaleza política. Los toros aquí son instrumento en buena medida de la discusión entre nacionalistas y antinacionalistas. Los toros, que han sobrevivido a distintos regímenes, sobrevivirán también a esta discusión. Lo que no sé es si sobrevivirán en Cataluña o si los catalanes tendrán que ir a ver toros a Francia o al resto de España. Ese prohibicionismo es un disparate.
P. ¿Cree que es un espectáculo adecuado para los niños?
R. No hay ningún inconveniente en que a una cierta edad, donde uno ya no resulte demasiado impresionable, se acerque a la gente a la plaza. Entiendo que haya temperamentos a quienes el espectáculo no les interese e incluso les repugne. En cualquier caso, los taurinos son más tolerantes con los antitaurinos.
P. Pero es más fácil ser aficionado si se aprende de niño.
R. Pero eso ocurre en todas las artes. Para ser un buen espectador de pintura, para ser un buen lector, para ser un conocedor o un amante de la ópera o del teatro hace falta un cierto esfuerzo, un cierto aprendizaje, un cierto conocimiento de las reglas y de la tradición de lo que se está viendo. Pero también existe la figura del extranjero que de repente descubre los toros. Hemingway es uno de los agentes taurinos en el extranjero.
P. ¿Cree como Joaquín Vidal que el toro es el animal más bello de la creación?
R. A mí también me lo parece. Creo que uno ama fundamentalmente su paisaje cercano.
P. ¿Y usted es más torista o torerista?
R. No se puede ser taurino sin ser muy torista. Sin toro no hay nada. El gran peligro que corre la fiesta de los toros es que desaparezca el toro de verdad, los toros bravos, los toros con encaste, con fuerza. Ahora bien, a mí lo que me gusta es ver una faena, no solamente ver un tren de mercancías de 600 o 650 kilos con encaste de tigre de bengala que destroce la barrera.
P. Brines dice en el libro que los aficionados aguardan a "la súbita presencia del arte" ¿es ésta cada vez más escasa?
R. La aparición de la gran emoción estética, del arte con mayúscula en las plazas de toros, es difícil. La aparición del milagro, de la gran faena es difícil. En cualquier ámbito del arte, no es lo más habitual encontrarse con la obra maestra. Hay que insistir en los toros, ir mucho y luego tener suerte.
P. Pero los aficionados van cada vez más a ver un gesto, tres pases sueltos.
R. A veces los detalles justifican una tarde, justifican un momento de emoción. Yo soy espectador deportivo y a veces un regate, un adorno de un gran delantero justifica una tarde. Pero sí que hay algún torero como José Tomás, o como Castella, o como Morante de la Puebla a los que uno puede ir a ver con la esperanza de que ocurra de verdad, de que uno se encuentre con la gran tarde.
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