Aquí yace media España
Parece que se han puesto de moda las teatralizaciones de textos poéticos y las antologías dramatizadas. En apenas cuatro semanas he visto a Fiona Shaw en una versión camerística de The Waste Land dirigida por Deborah Warner, un diálogo entre Pessoa y sus heterónimos orquestado por Ricardo Pais, una evocación de Pushkin a través de los versos de Marina Tsvietáieva, dirigida por Guy Freixe y gallardamente interpretada por Antonia Bosco en el parisino Théâtre du Lierre, y este Paseo romántico donde Juan Carlos Plaza-Asperilla reúne alguno de los momentos literarios más significativos del siglo XIX español, puestos en su contexto político.
Si los espectáculos sobre textos de T. S. Eliot, del literato portugués y de la poeta rusa están pautados al milímetro, Paseo romántico, en cambio, es una lectura dramatizada aún fresca, en la que sus intérpretes apenas se despegan del atril.
PASEO ROMÁNTICO
Selección y adaptación: Juan Carlos Plaza-Asperilla. Intérpretes: Blanca Portillo, Ginés García Millán, Israel Elejalde y Marcial Álvarez. Músico: Marcos León. Dirección: Laila Ripoll. Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Del 1 al 4 de julio.
El espectáculo evoca las pugnas entre liberales y absolutistas
Poco importa eso cuando nos recitan vehementemente versos de Espronceda, Rosalía de Castro o Bécquer y agudas crónicas históricocostumbristas de Ramón de Mesonero Romanos. En tales casos, brilla la prosodia de Ginés García Millán, Marcial Álvarez, Israel Elejalde y Blanca Portillo. Pero en las escenas puramente teatrales se echa de menos la interpretación por derecho, sin el libreto delante, y una mayor puesta en contexto de la acción.
Entre éstas, destaca la del desafío entre un resuelto Israel Elejalde (don Luis) y Marcial Álvarez, cuyo don Juan Tenorio años cincuenta ligeramente achulado es un cruce a partes iguales entre Agustín González, Alberto Closas y Emilio Laguna. ¡Qué bueno que se hayan aprendido el texto y lo digan a cuerpo limpio! La escena del balcón de la misma obra, con Blanca Portillo vestida de largo, agarrada al texto, mientras Álvarez actúa de memoria, no funciona. Las de El trovador y de Don Álvaro o la fuerza del sino, brevísimas, quedan como descolgadas.
Lo más interesante de este espectáculo divulgativo son, sin duda, sus evocaciones de las pugnas entre absolutistas y liberales, de la doblez de Fernando VII, del prolífico matrimonio morganático de la reina María Cristina con el sargento Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, de los muchos líos de pantalones de Isabel II, del analfabetismo reinante y de la sucesión de pronunciamientos, revoluciones y guerras civiles que explican en buena parte quiénes somos y de dónde venimos.
En conjunto, al trabajo, dirigido con buen gusto por Laila Ripoll, le falta todavía un hervor. Suenan bien y tienen interés histórico musical las canciones populares de corte político interpretadas por Marcos León a la manera tradicional, y tiene empaque radiofónico el narrador de García Millán, especialmente cuando recita el amargo artículo que sirve de broche a la obra y donde Larra exclama: "Aquí yace media España, murió de la otra media".
Con vistas al Festival de Almagro, próxima gran escala de este Paseo romántico, hay tiempo para pulir algunas vacilaciones e imprimir misterio a los protagonistas de El estudiante de Salamanca.
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