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El nuevo orden financiero mundial

La policía detiene a medio millar de manifestantes por las protestas

Más de 20.000 soldados se han desplegado para las cumbres del G-20 y del G-8

Alejandro Bolaños

Coches de policía quemados y personas vestidas de negro destrozando escaparates de bancos y de locales de la cadena de café Starbucks en el centro de Toronto. Las imágenes de los incidentes de la noche del sábado acaparaban ayer la programación de las cadenas de televisión canadienses. Los actos vandálicos habían ganado la partida a la tediosa recepción oficial que dio inicio a la cumbre del G-20 o a los escasos planos de los líderes de países ricos y emergentes en la sesión plenaria. De las manifestaciones (y los motivos) que precedieron a las protestas, unos segundos en el mejor de los casos.

La policía canadiense informó de la detención de 560 personas entre la noche del sábado y la mañana del domingo. "Un grupo relativamente pequeño de personas, unos cientos, vino claramente con la intención de dañar la propiedad y perpetrar actos violentos", relató el alcalde de la ciudad, David Miller. La cuestión es que lo consiguieron con relativa facilidad, pese al enorme y polémico despliegue policial.

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El Gobierno canadiense admitió antes de las cumbres que el coste de albergar el G-8 y el G-20 superaría los 1.000 millones de dólares (800 millones de euros), básicamente por motivos de seguridad. Entre Huntsville (sede del G-8) y Toronto se han desplegado más de 20.000 soldados y policías, casi un 13% de las fuerzas totales de Canadá, según datos detallados en una sesión parlamentaria el mes pasado. La construcción de una valla de seis kilómetros que rodea el centro de convenciones donde debatieron los líderes del G-20 se llevó más de tres millones. "En Niza, nosotros nos gastaremos una décima parte", dijo el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que no desaprovechó la ocasión para reforzar el mensaje de austeridad.

El Ejecutivo de Stephen Harper aduce que el coste se disparó porque inicialmente estaba previsto que Canadá solo acogiera la cita del G-8 en Huntsville, una ciudad a 200 kilómetros de la capital que recibió una inyección de dinero público para preparar el evento. Pero la duplicidad de cumbres no justifica la enorme diferencia con otras reuniones (el G-20 de Pittsburgh costó unos 100 millones de euros) ni algunas decisiones peregrinas, como la construcción de un lago artificial junto al centro de prensa -supuestamente para mostrar un atractivo del país- en una ciudad que bordea con el lago Ontario.

La protección de la valla que rodea el centro de convenciones centró, en la tarde de ayer, todos los esfuerzos de la policía, a la que las autoridades provinciales habían dado plenos poderes para detener a cualquier persona en la zona de seguridad. La manifestación principal, unas 5.000 personas con una miríada de motivos (protestas contra la intervención canadiense en Afganistán, contra el Gobierno de Harper por su escasa sensibilidad ambiental, contra el G-8 por la tacañería en las ayudas a países en desarrollo) llegó hasta la valla y luego viró por el recorrido pactado. Varios grupos se desgajaron entonces de la marcha y camparon por sus anchas durante un par de horas por el centro de la ciudad. Varias delegaciones que acababan de llegar, incluida la española, pasaron un buen rato sin poder llegar a sus hoteles.

La policía actuó tarde, y cuando lo hizo, con contundencia. Usaron con profusión las porras y el gas y dispararon pelotas de goma, como comprobó la prensa española, pese a que las autoridades locales lo negaron. Solo se informó de tres heridos leves, aunque las imágenes de enfrentamientos violentos sugerían otra cosa.

Visto el escaso éxito de su estrategia inicial, la policía se desplegó para tener bajo control las pequeñas manifestaciones que se desperdigaban por varios puntos de la ciudad. Aun así, algunos grupos se acercaron al perímetro de seguridad y la policía retrasó la llegada de la prensa al centro de convenciones al término de la cumbre.

Una pareja se besa ante un pelotón policial que intentaba contener los disturbios en las calles de Toronto.
Una pareja se besa ante un pelotón policial que intentaba contener los disturbios en las calles de Toronto.EFE

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