Ni Dunga aguanta a Brasil
La 'canarinha' domina pero carece de ocasiones ante un Portugal a la contra
Enfadado con el mundo, Dunga se pasó el partido abroncando a sus jugadores, descontento, como todos, con el fútbol plomizo de la canarinha. Pero esta es su obra: un equipo tan difícil de ganar como de soportar. Sobre todo cuando no tiene más remedio que llevar la iniciativa. Y Portugal se la dio toda. Con la pelota y el campo, Brasil destapó sus carencias en la circulación del balón y en la falta de creatividad para encontrar espacios. Tendencia acentuada por las ausencias de Robinho y Kaká, y por la descarada apuesta a la contra de Queiroz. También le pesó mucho a Dunga la lesión de uno de sus referentes, Felipe Melo, cazado al filo del descanso por un hachazo de Pepe.
La primera parte fue incendiara, con un ritmo muy alto y una agresividad imprevista a tenor de que ambos estaban clasificados. Al final, volvió la cordialidad. Los jugadores se quedaron unos minutos de cháchara, a cambiarse las camisetas y a echar unas bromas, mientras Dunga ya llevaba minutos en el vestuario, tratando de calmar su ira.
"Solo existe un Ronaldo", rezaba una pancarta de la torcida, en alusión al delantero del Corinthians y para chinchar a Cristiano Ronaldo, que se marchó con una camiseta amarilla de regalo en la mano y luciendo su escultural musculatura, irritado con el planteamiento tan rácano de su entrenador, que lo dejó solo arriba para buscarse la vida frente a cuatro defensas.
Mientras en las gradas las dos aficiones se mezclaban en amorosa relación, en el campo los cuchillos volaron ante la total incapacidad del árbitro. Dos jugadores dirigieron la reyerta. Pepe, un brasileño nacionalizado portugués, entró con la guadaña y no paró de atizar hasta que se cargó con un pisotón en los gemelos a Felipe Melo, otro que tal baila. El medio centro del Juventus enseñó los tacos y salió malparado. Pepe solo recibió la amarilla.
Queiroz tenía un miedo atroz a Brasil y lo dejó muy claro en la alineación. Ricardo Costa, un central fichado por el Valencia, de lateral derecho en lugar de Miguel, para asegurarse que no se atrevería a cruzar el centro del campo. ¿Delanteros? Ni en broma. Tan solo Cristiano Ronaldo, protegido por cinco lanzadores en el centro del campo.
Dunga fue más atrevido que de costumbre. Le dio bola a Alves como interior y a un desafinado Julio Baptista por detrás de Nilmar y Luis Fabiano. La canarinha amasó la pelota a su antojo y tuvo destellos como el remate al palo de Nilmar tras un centro de Luis Fabiano.
Aparte de alguna incursión de Fabio Coentrão, un lateral izquierdo estupendo de 22 años, Portugal solo quería el contragolpe. Y en un envío largo de Duda a la carrera de Ronaldo, Juan cortó el balón de un manotazo. La tarjeta amarilla les pareció poco castigo a todo el banquillo portugués, muy alterado. Demasiado solo, demasiado lejos de sus compañeros, Ronaldo disparó desde su casa. Probó una falta desde 35 metros y, tras el ensayo, la torcida se lo recriminó con una burla.
En su debut en el torneo, Pepe pasó un mal trago: primero porque venía de una lesión larguísima de ligamentos (se operó en diciembre) y después porque sufre mucho de mediocentro. Si hasta Gilberto Silva lo dejó tirado en un regate largo. Coentrão entró en la segunda parte con un pase profundo desde el lateral a Ronaldo, frenado por el corte impetuoso de Lucio. La lesión de Felipe Melo dejó muy tocada a Brasil. Su sustituto, Josué, es un volante de toque, pequeñito, que no entiende qué pinta en ese conjunto tan musculoso.
Ronaldo sembró el pánico cada vez que encaró a los defensas brasileños. Hasta tal punto que un despeje desesperado de Lucio cayó a pies de Meireles, solo ante Julio César, que despejó con la mala fortuna de que el luso le pisara la espalda tras rematar.
Sin Felipe Melo ni Pepe, el partido perdió decibelios. El ritmo bajó mucho y los gestos de descontento de Dunga iban creciendo con los pases errados de Josué o los viajes a ninguna parte de Lucio. La bronca se la llevó Dani Alves, que pasaba por allí. El lenguaje corporal de Dunga era de nervios y de desesperación, con comentarios constantes con su segundo, Jorginho, sobre lo mal que se estaba haciendo las cosas. Al final, Eduardo voló para despejar un disparo rebotado de Ramires. Además de a Ronaldo, Portugal tiene defensa, un lateral zurdo que promete y un portero muy sólido.
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