Prohibido abstenerse

Durante muchos años, la letra a era como el apócope de la anarquía. Ya fuera metida en un círculo o sin encarcelar, la letra a identificaba ese mundo feliz, la mayor utopía jamás concebida. El tiempo de la anarquía pasó, porque nunca llegó y se agotó en sí misma. En pleno capitalismo, concebir la anarquía era una anarquía en sí misma. Hoy la anarquía es Sálvame, y no Bakunin. Y la letra a ya no es sinónimo de anarquía, sino de Abstención.

La abstención demuestra la languidez de la sociedad actual, la falta de compromiso, la ausencia de opinión propia, el triunfo del tacticismo. La abstención históricamente significaba que, como no te gustaba ni "A" ni "B" y no existía "C", te abstenías de votar. Es como si te preguntan qué prefieres Sálvame o Sálvame de Luxe. Entonces te abstienes y tu silencio se llena de contenido. Es un silencio tronante.

Pero los partidos políticos actuales han convertido la abstención en un kleenex de usar y tirar, generalmente para ocultar su incapacidad para construir un discurso propio, para tener un ideario particular y una propuesta concreta en lo que la sociedad plantea. Sería bueno saber cuántos votos abstencionistas se han producido en la historia del Parlamento español, es decir, en cuántas ocasiones un político o un partido político ha hecho mutis por el foro ante un tema concreto. ¿Debería haber votado sí a la reforma laboral el PP, convertido ahora según su escenografía palestina en el Partido del Proletariado, en vez de abstenerse? ¿Debería haber votado no Antonio Gutiérrez, apelando a su conciencia, en vez de ausentarse de la votación? ¿Debe un católico de pro abstenerse en la ley del Aborto o un camello en el endurecimiento de las penas a los narcotraficantes?

La reforma laboral salió adelante con más abstenciones que votos a favor. Lo único que sabemos es que a la mayoría de sus señorías no les gustó del todo el decreto del Gobierno. Lo que no sabemos es qué harían ellos en su lugar, qué es lo que no les gusta y lo que sí. La abstención es un envoltorio perfecto para ocultar la nada, para ocultarse de todo, para derribar a un Gobierno si llega el caso y poder decir "yo no he hecho nada" y no mentir.

El caso de Antonio Gutiérrez ha reabierto el debate sobre los límites de la disciplina de voto y los límites del voto en conciencia. Me he visto cinco tertulias y he leído muchos comentarios y solo he llegado a una conclusión. Una conclusión deprimente: salvo consecuencias políticas, que no creo que las haya, Antonio Gutiérrez recibirá una multa económica. Otra vez el dinero mediando entre la disciplina y la conciencia. Siempre el dinero como argumento de premio o de castigo. Curiosamente, el dinero mediando en un conflicto de reforma laboral. Yo me abstengo.