Calatrava y sus desmanes
El diputado Ángel Luna es un tocapelotas, por lo tanto un excelente portavoz de la oposición. Luna es capaz de hacer descender a Camps de su nirvana político, romper su beatífico estado y ponerle de los nervios. En una de sus últimas intervenciones parlamentarias, el portavoz socialista le echó en cara que, según el informe de la Sindicatura de Comptes de 2008, se había producido un sobrecoste de 587 millones de euros en la Ciudad de las Artes y las Ciencias diseñada por Santiago Calatrava, lo que supone un incremento superior al 188% sobre un presupuesto inicial de 311 millones de euros, que casi se ha triplicado. "¿Cuántos Gürtels caben en ese gasto sin control?" preguntó Luna. Camps, lejos de dar explicación alguna, le amenazó con empapelarlo.
Sin embargo, el sobreprecio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, aunque de gran envergadura, no es el único desmán de este singular arquitecto afincado en Suiza. Llama la atención la facilidad con la que el nombre de Santiago Calatrava se asocia a todo tipo de excesos. En Nueva York los sobrecostes han provocado que le recorten las alas a su estación de la zona cero. Un juzgado investiga estos días si el anteproyecto del teatro de la ópera de Palma de Mallorca, por el que habría cobrado 1,2 millones de euros del Gobierno de Jaume Matas, es una copia de otro proyecto diseñado para la ciudad de Zúrich. La construcción de un puente en Venecia, muy criticado también por la ausencia de paso para discapacitados, se prolongó durante años por problemas de seguridad y tuvo un enorme sobrecoste. También hubo polémica con el desajuste presupuestario en el puente inaugurado hace dos años en Jerusalén. En Bilbao, una ciudad de clima oceánico, las críticas llovieron por situar al aire libre la zona de espera del aeropuerto, que ha tenido que ser reformado. Luego llovió sobre mojado cuando las quejas por lo resbaladizo del puente de Zubi Zuri motivaron una reforma a costa del Ayuntamiento, lo que no fue óbice para que Calatrava tuviera el valor de querellarse por vulneración de la propiedad intelectual. Algo sorprendente porque el propio arquitecto no tuvo empacho en acalatravar un tramo del puente de Montolivet obra de José Antonio Fernández Ordóñez. Por no hablar de los accidentes por falta de visibilidad en el puente de l'Assut d'Or, del hundimiento de la maquinaria del Palau de les Arts, de su inundación y de la construcción de un vergonzoso muro dentro del viejo cauce para evitar futuras avenidas, o del olvido de las escaleras de seguridad del Museo Príncipe Felipe.
Calatrava, que es un patriota fiscal suizo y cuyos emolumentos profesionales son, según el Gobierno valenciano, "confidenciales", tuvo el inmenso gesto de regalar a la ciudad el diseño, que no la construcción, de una columna para recordar la visita del Papa, que en poco se diferencia de cualquier otra de inspiración clásica. Un gesto que da la medida del personaje y la talla de quienes le contratan.
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