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Un informe de la policía sobre riesgos traza un 'mapa' de la prostitución

La Policía Municipal incluye en un informe de riesgos urbanos el lugar, el horario y el modo en el que trabajan las prostitutas del distrito de Centro

Existe un minucioso informe que identifica dónde, cuándo y cómo ejercen las prostitutas que desempeñan su oficio en el centro de la capital. Lo ha elaborado la Policía Municipal de Madrid, es de uso interno, y "para los agentes es útil porque identifica muy bien cuál es la situación en la zona, y así pueden desempeñar mejor su tarea", según una portavoz del Ayuntamiento. El mapa señala lo que la policía considera "riesgos" (así va encabezado el documento), pero entre los mismos, se mezclan actividades sancionables como el tráfico y consumo de drogas, los robos y los hurtos, la venta ambulante o el botellón, con otras actividades o situaciones que no suponen ninguna infracción, como el ejercicio de la prostitución o la mendicidad.

Un ejemplo del documento: "Calle de la Montera, calle del Caballero de Gracia y Calle de los Jardines, 24 horas al día. Personas de sexo femenino ofreciendo servicios sexuales a personas de sexo masculino. Mayoritariamente de origen rumano, países suramericanos, países subsaharianos y nacionales". Además, el cuadro apunta dos domicilios concretos donde las mujeres que trabajan en estas calles se llevan a los clientes para realizar sus servicios. Como estas, un total de 16 vías aparecen en el informe del que disponen los agentes."Sirve para actuar con mayor eficacia en cada sitio", asegura la portavoz municipal al referirse al informe de la Policía Municipal que incluye el mapa de las meretrices. "La policía se debería de preocupar más de dónde están los delincuentes, que a veces nos hacen daño a nosotras, y no de dónde estamos nosotras, que no hacemos daño a nadie", rebate Iris (nombre ficticio), una prostituta española de 45 años, que lleva en sus carnes unos cuantos lustros en el oficio por el centro de la capital, y que ahora vende su madurez en la calle del Desengaño.

Adina (nombre ficticio) es rumana, tiene 21 años, habla tres idiomas, le sobra agudeza, y por encima de su cuerpo escultural le lucen dos ojos imposibles de pasar inadvertidos. También es prostituta. Cada noche pasa horas aguantando frío y cansancio por la calle de la Montera. Su talento y su buen español se ven reducidos al par de reclamos que lanza a los chicos que pasan cerca de ella: "Cariño, ¿quieres follar? Te la chupo bien. 25 euros, 20 minutos, en un portal de aquí a lado. No te meto prisa. Vente conmigo, anda".

Como ella, otras decenas de mujeres ejercen en esta calle durante todo el día. Tienen su organización. Abajo, cerca de la comisaría, se pueden ver prostitutas de raza negra. Algo más arriba se encuentran las sudamericanas, y casi llegando a Gran Vía, españolas y mujeres procedentes del este de Europa terminan de completar la amalgama racial de servicios sexuales de la céntrica vía.

La policía conoce esta segregación, y así lo refleja el informe, donde incluso se cataloga la prostitución masculina, ubicada en la Puerta del Sol.

En la calle en la que trabaja Adina se mezclan comerciantes, turistas, paseantes y meretrices. Todos conviven. Las prostitutas, mientras ejercen, más bien dan la imagen de estar aburridas. Adina asegura que no la obliga nadie a hacerlo. "No hay trabajo", ofrece como explicación a su actividad. Lo mismo que otras compañeras. Sin embargo, hombres sospechosamente ubicados en puntos cercanos a las cortesanas se sientan con ellas en los bordillos, les dan indicaciones y las tratan con familiaridad.

Sobre la policía, las prostitutas tienen opiniones ambiguas. "Nos sentimos seguras porque están aquí cerca", reconoce una anónima meretriz señalando a la comisaría que hay en la misma calle de la Montera. "A mí solo me han causado problemas", opone Adina.

Iris se queja de que los "guardias" le han llegado a pedir la documentación hasta cuatro veces en el mismo día. "Luego no están cuando hacen falta", se indigna. "A mí me han atracado en un par de ocasiones. Una de ellas me dejaron un ojo morado y los policías no me hicieron ni caso. Ni siquiera cuando les dije dónde estaba quien me había pegado. Le pidieron la documentación, y ya", relata. La prostituta afirma que existen tres o cuatro mujeres, "que no son putas, aunque dicen serlo", que aprovechan una pequeña charla con los hombres por la calle para robarles. "Esas nos ponen la fama de delincuentes a las demás", denuncia. "Y los policías saben quiénes son. ¡Esas son las que tenían que estar controladas!".

Desde el Ayuntamiento afirman que este tipo de informes casi siempre se hacen en colaboración con los vecinos y los comerciantes. Alfonso Tezanos, presidente de la Federación de Empresarios de Madrid (Fedecam), asegura que en este caso a su asociación nunca se le consultó. Tezanos identifica la palabra prostitución con "problemas", "marginalidad" y "devaluación de los comercios", pero a su vez considera que es una "realidad social" que no se puede evitar. Por eso aboga por regular el oficio. "El Ayuntamiento y la Comunidad han hecho poco aparte de buscar la simpatía popular a la hora de abordar el problema", dice Tezanos. "Ya han visto que las redadas policiales no sirven de nada, la única salida es la regulación de la actividad", defiende el comerciante.

Tampoco sabía nada del informe la presidenta de la Asociación Ciudadana del barrio de Universidad, Isabel Rodríguez, de donde son siete de las 16 calles clasificadas en el mapa policial. Rodríguez opina que tendrían que haber sido los servicios sociales y no la policía quien hubiese elaborado el informe. Por su parte, Apramp, la asociación para la prevención, la reinserción y la atención de la mujer prostituida, prefiere no pronunciarse sobre la utilidad del documento policial.

Transexuales por las calles aledañas a la plaza de la Luna, meretrices de avanzada edad en la plaza de Jacinto Benavente, subsaharianas que tiran de las mangas de los muchachos por la Gran Vía. La prostitución prolifera y la situación se enquista una vez más en la política madrileña. El concejal socialista de Madrid, Óscar Iglesias, considera que "el centro está inundado de prostitutas", lo que demuestra para el edil el fracaso del plan contra la prostitución que presentó hace seis años el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón.

"En marzo de 2004, Gallardón se fue a hacer la foto, pero su plan no ha servido de nada. El despliegue policial no ha surtido efecto. La prostitución se está convirtiendo en un problema para Madrid. Es un reclamo internacional, como se pudo comprobar en la final de la Champions. Hay que hacer una campaña integral para luchar contra las mafias, una labor social para sacar a las mujeres de esta actividad", arguye Iglesias.

Tras responder unas cuantas cuestiones, Iris pide disculpas. No puede perder más tiempo de "trabajo". Se sienta en un bordillo de la calle de Valverde y levanta la vista esperando que algún hombre cruce con ella la mirada. Uno del que se fíe. Por precaución y por estómago. Ella selecciona a su clientela. "Los factores de riesgo son otros", opinaba minutos antes, "a mí nadie me tiene que tener miedo".

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