_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los emigrantes vascos

¿Existe el hecho diferencial vasco? Sí, del mismo modo que existe el hecho diferencial andaluz, el asturiano, el castellano, el murciano y tantos otros -perdónenme los no nombrados en esta arbitraria relación-. Cada vez que el nacionalismo habla de lo vasco y los vascos su obsesión se centra en convertir las diferencias normales que corresponden a una historia, cultura y costumbres peculiares, diferentes a otras, en posibles quiebras de convivencia. Ahora resulta que los vascos de la diáspora, incluso del exilio, pero reduciéndolo al término más generalizado y fácil de comprender, los emigrantes vascos, han motivado el último conflicto entre el PNV y el Gobierno de Patxi López.

La reunión de Boise sólo requiere una presencia: la del 'lehendakari' López
Estos escarceos entre nacionalistas y Gobierno sólo provocan cansancio

En próximas fechas, el lehendakari va a viajar a Boise (Idaho) a la solemne reunión que se celebra cada cuatro años y reúne a unos cuantos miles de vascos residentes allí o en los alrededores. Así lo hicieron los anteriores lehendakaris en las anteriores reuniones llamadas Jaialdi. Se hacen allí, pero podrían hacerse en San Juan de Puerto Rico, o en Manila, o en algún rincón de Canadá, donde también hay asociaciones de emigrantes vascos, pero donde nunca se reunirían más que unos cientos, porque la condición que cumple Boise y no cumplen las ciudades nombradas es que allí y en su entorno hay una concentración más numerosa de vascos y, además, también está constituido un lobby de poder económico vasco. Aquel lobby no sólo funciona como tal en el ámbito geográfico en que está circunscrito sino también en Euskadi, donde se le mima y, a la vez, se le utiliza para nuestra política vasca. De allí, por ejemplo, es un tal Zenarruza, que utilizó su influencia discreta en algunos niveles institucionales de EE UU para apoyar las tesis de Ibarretxe en aquel empeño, que ya parece arcaico, sobre el derecho a decidir.

Los emigrantes vascos, que viven en tantos lugares del mundo, abandonaron Euskadi por las mismas razones por las que emigraron otras gentes: fueron a buscarse la vida, del mismo modo que ahora lo hacen tantos africanos, asiáticos, latinoamericanos o europeos del Este, que llegan después de abandonar a sus familias y amigos, desarraigándose brutalmente. La diáspora vasca respondió, en principio, a una estructura social en la que de todos los hijos de una familia sólo uno era el heredero, lo que obligaba a los otros a salir en busca de la vida. Han sido ya seis las generaciones de vascos que completan esa diáspora, pero no han sido seis las vicisitudes acontecidas. En todo caso, la formación de los centros vascos comienza a finales del siglo XIX y se completa tras nuestra Guerra Civil del 36 con los sucesivos cupos de exiliados. Ya antes, los vascos se habían buscado la vida en aquellos lugares en los que eran mejor acogidos, teniendo en cuenta sus conocimientos y habilidades. Por ejemplo, fueron famosos los vascos que acudieron como pastores a Idaho y Nevada.

Pero claro, ahora el asunto que incita a escribir este artículo no tiene nada que ver con quienes viven allí, sino con quienes vivimos aquí. El nacionalismo vasco se esfuerza en dar a entender que los vascos que viven en Boise se sentirán más halagados con la presencia de algún alto cargo del PNV que con la oficial del lehendakari López. Al fin, una vez más, se descubre una práctica viciosa y viciada del PNV, que se sorprende ahora porque el lehendakari reclame a las casas vascas que resuelvan sus dudas llamando al Gobierno vasco en lugar de hacerlo comunicándose con Sabin Etxea, sede del PNV. Patxi López ha utilizado los términos "teléfono roto" para nombrar al aparato de las dependencias del PNV, y así debiera ser, pero el PNV no parece dispuesto a ceder el testigo en una muestra clara de deslealtad con el lehendakari, con las instituciones vascas y con Euskadi. Nada hay tan perverso para un país como quienes dicen representarlo en base al pedigrí en lugar de hacerlo en base al ejercicio democrático.

Quienes decidieron asociarse y crear los centros vascos lejos de Euskadi lo hicieron por las mismas razones que los que, provenientes de otros lugares, decidieron crear los centros regionales en nuestro territorio: ayudarse mutuamente, mantener los vínculos con la cultura vasca y sus tierras de origen, etcétera. Lo mismo persiguieron los castellanos, gallegos, andaluces, etcétera, cuando llegaron a nuestras tierras (y a otras) a trabajar, porque las minas, el desarrollo industrial y naval y un mayor nivel de desarrollo así lo anunciaban. Es tan sencillo admitir que aquel éxodo, o éxodos, sólo fueron consecuencia del afán o instinto de supervivencia que estos escarceos entre nacionalistas y Gobierno vasco sólo provocan cansancio y desidia. Se exprese como se exprese, pero la reunión de 2011 en Boise sólo requiere una presencia, por responsabilidad y por tradición: la del lehendakari Patxi López. Si el diputado general de Vizcaya, José Luis Bilbao, acude y pernocta allí las seis noches necesarias para disfrutar de toda la Semana Cultural, lo hará por capricho, aunque bien puede disfrazar su aventura de viaje institucional, pero se tratará de un viaje demasiado caro, tan costoso como innecesario.

Así deberá ser valorado por quienes vivimos y votamos en Euskadi. Comienza a ser empalagoso tanto esfuerzo diferenciador. El hecho diferencial vasco más ostentoso es el afán del nacionalismo por mostrar cualquier diferencia de forma tan descarada. Lo real es que los emigrantes vascos, salvo los que acudieron con ansias imperialistas y conquistadoras, se fueron a buscar la vida y a bien poco más. Debiéramos ser todos mucho más comedidos cuando nos ocupamos del derecho y el deber que, como humanos, tenemos de vivir. A vivir fueron los primeros emigrantes vascos que llegaron a Boisse, a vivir y poco más. Ahora, algunos de los sucesores de aquellos se empeñan en colaborar con los dirigentes nacionalistas, incluso a espaldas de los gobernantes vascos. Es grave su forma de obrar. Tiene razón nuestro lehendakari: quien llama a Sabin Etxea vocea al abismo, y el abismo sólo podrá devolverle sus propias palabras mediante el eco.

Josu Montalban es diputado del PSOE en el Congreso por Vizcaya.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_