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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El talento y el uso de las tijeras de oro

Podemos volver infinitamente sobre los mismos argumentos. Gemma Morado es una artista madura, experta, imaginativa y con fuerte personalidad escénica. Para esta obra se ha unido a Fabián Thomé, francés de San Juan de Luz. Ambos han sido premiados en concursos y bailado mucho, pero toda esa experiencia aún no les facilita algunas tareas del arte coreográfico.

Tras la cortina es inútilmente largo. Hay en escena 10 buenos intérpretes que lo dan todo de sí, que se esmeran y actúan, bailan y disfrutan de lo que hacen; pero toda esa energía se diluye en la exposición, porque la coreografía es además de esa demostración, desarrollo del material. No vale alargarlo porque sí, ni cortar constantemente la acción bailada. Y hay dos cosas que conspiran definitivamente para que no cuaje el experimento: los diálogos y la ensalada musical. Hay un uso liviano de melodías populares junto a otros temas instrumentales y es prácticamente imposible encontrar allí unidad estética, empaque de obra única. La miscelánea se hace excesiva además por su extensión y por el uso y abuso de textos innecesarios. Gemma expresa todo con su cuerpo y su plasticidad, lo mismo que Fabián. La reiteración de las intenciones de la danza a través de una locución menosprecia la capacidad del público, que de sobra entiende lo que está pasando en el escenario.

TRAS LA CORTINA

Coreografía: Gemma Morado y Fabián Thomé. Edición musical: Juan César de las Heras y Miguel Ángel Cuesta. Estilismo y vestuario: Germán Cabrera y Eva Pedraza. Vídeo: I-Teck. Teatro Fernán Gómez. Hasta el 10 de junio.

Hay un audio descontrolado, implacable y machacón que también dificulta apreciar los matices, sobre todo en una antología de pequeñas obras aisladas donde navegan muchos registros, en apariencia fácilmente combinables, pero con un proceso de hilatura no satisfactorio. A veces estamos viendo coreografías de grupo, entonadas y ágiles, pero después se vuelve a la reiteración. Dentro de esta pieza quizá está contenida otra mejor que necesita ser liberada, pulida y reglada. Las luces y el vestuario cumplen su cometido, pero en ambos casos también es necesario que Morado y Thomé, que sin duda hacen un buen equipo, usen la "tijera de oro" que tanto reclamaba Balanchine debe llevar colgada al cuello (y usarla sin piedad con el propio trabajo) todo coreógrafo en los actos de creación.

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