La eterna caza de Borg
Solo seis tenistas tienen más 'grandes' que el español, de nuevo en la cumbre tras un año de dolorosa recuperación
Es un consejo de guerra al que acuden algunas de las mentes más claras del tenis. Está Mats Wilander, ganador de siete grandes. Está Magnus Norman, ex número dos del mundo. Está Joakim Nilstrom, ex top 10. Y está Robin Soderling. Todos los gigantes suecos comiendo el sábado mientras desgranan qué esperan de la final de Roland Garros. Falta un tenista que está en boca de todos: Björn Borg. Es el gran ausente, el pasado necesario para medir el presente.
Rafael Nadal no se entiende sin Borg. Rafael Nadal, de 24 años, ha ganado ya siete grandes, tantos como, entre otros, John McEnroe o Wilander, con lo que solo seis tenistas (Jimmy Connors, Ivan Lendl y Andre Agassi, con 8; Borg, con 11; Pete Sampras, con 14; y Roger Federer, con 16) tienen más títulos que él en la era profesional. Y Rafael Nadal, cinco veces rey de París, aún persiguiendo a los mitos de la era amateur (Roy Emerson, Rod Laver, Bill Tilden...) prosigue su eterna caza de Borg, el hombre con el que se le compara desde niño. Nadie lo hubiera pensado hace un año.
"He tocado fondo mentalmente", dice el español en junio de 2009, en Wimbledon. "Estoy fuera, no sé durante cuánto tiempo. Quizás cometí errores con el calendario. Voy a analizarlo y a aprender. Cuando juego pienso más en las rodillas que en el juego. Estoy cansado de jugar así".
Nadal acaba de renunciar a defender su corona tras hacer de todo para recuperarse. Viaja a Londres con las máquinas con las que se sigue tratando mientras se adapta a la hierba en la pista de prácticas de Wimbledon. Se somete antes a fisioterapia, mesoterapia, magnetoterapia y sesiones de entrenamiento en la piscina, donde se reducen los impactos de los ejercicios en sus articulaciones. Tras dos meses, logra recuperarse, y al poco de volver a competir, en Montreal, se rompe el abdominal, lo que marca su peor derrota en un grande (triple 6-2 ante Del Potro en semifinales del Abierto de Estados Unidos) y le obliga a no disputar las semifinales de la Copa Davis. Aumentan las dudas. ¿Puede el estilo de juego de Nadal, tan físico y apasionado, resistir esas precariedades?
Y sí, Nadal sí puede. El hombre llega a la Copa de Maestros de Londres, en diciembre, y se despide sin haber ganado un partido, ni siquiera un set. Es ahí cuando se revela la esencia de su éxito. Roger Federer cae y se alegra de irse ya de vacaciones, de no tener que contestar más a los periodistas, un punto vacilón cuando reclama la última pregunta del año, "y mejor que sea buena". Nadal no. Nadal escucha cuando le hablan de crisis, de si ha bajado peso, de dónde están sus músculos, y sobre todo, de que querrá olvidarse de que ha jugado ese torneo: "Yo no quiero olvidarme de ningún torneo", contesta. "Solo de los que no he jugado por lesiones. El resto, todos, son importantes. Hay que aprender de las victorias y de las derrotas. Este torneo me ha dado la oportunidad de ver qué es lo que tengo que hacer para jugar mejor el año que viene. Voy a entrenarme duro. Solo así volveré a mi máximo nivel".
Seis meses después, tras retirarse en Australia, es el hombre que ha ganado más partidos (38) y títulos (4) en 2010. Ha recuperado el número uno. Ha ganado más Masters que nadie (18). Y es el segundo hombre en número de trofeos en París, a solo uno de Borg; el tercer tenista más joven en llegar a las 100 victorias grandes, por detrás de Wilander y Borg... Siempre Borg. Cuando Nadal viaje hoy a Londres para jugar Queens con Wimbledon en mente, empezará a buscar el durísimo doblete tierra-hierba que dio fama al rubio de oro.
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