Imaginario africano
La literatura es representación y condensación de lo real y de lo imaginado. A lo largo de estos 50 años desde las primeras independencias africanas, las diversas literaturas del continente se han convertido en compañeras críticas y subversivas de lo real, en sus complejidades, en sus violencias y en sus contradicciones. Y en estos 50 años, por supuesto, la escritura ha sido asunción propia de lo bello, de lo bueno, es decir, es creación de un canon propio. Medio siglo de consolidación literaria, de madurez creativa, y de variaciones imaginarias plasmadas en distintas lenguas europeas heredadas, pero apropiadas con empeño y libertad de imaginación que afianzan, hoy en día, múltiples tradiciones literarias en el continente, que cuenta ya con premios Nobeles: Wole Soyinka (1987), Nadine Gordimer (1991) y J. M. Coetzee (2003).
Antes de la palabra escrita, fue la palabra oral, como árbol de palabras múltiples, simbólico, todo un mundo de conocimiento del que el gran sabio maliense Amadou Hampate Bâ es, sin duda alguna, unas de las mejores condensaciones. Entre las dos guerras mundiales, esa misma palabra oral es la que subyace en la nostálgica obra poética del senegalés Léopold Sédar Senghor, teórico controvertido de la negritud pero también del fecundo diálogo de culturas. Desde entonces, la historia es una constante en estas literaturas: la tensión entre tradición y modernidad en el contexto de la violencia de la colonización, junto a la esclavitud transatlántica, es obsesiva. El nigeriano Chinua Achebe con su clásica novela Todo se desmorona (1958) retrata la violencia de la penetración occidental en África y las consecuencias de destruir las estructuras tradicionales. Otros dos nigerianos, Amos Tutuola y Wole Soyinka, dan un tratamiento contemporáneo a sus tradiciones de origen.
Con los nuevos Estados surgidos desde principios de los años sesenta surgen utopías que marcan a las siguientes generaciones de escritores. Ahmadou Kourouma, con Los Soles de las independencias, introduce la temática del desencanto en la novela africana hacia dichos procesos políticos, y lo hace en una lengua francesa que lleva la huella de su lengua materna, el malinké. Tanto Henri Lopes como Sony Labou Tansi, en Reír y llorar y La vie et demie, respectivamente, hacen girar buena parte de sus narrativas en torno a la crítica y sátira sociopolítica, a la figura del dictador o de los políticos corruptos. Como lo harán también el guineano Donato Ndongo-Bidyogo en Los poderes de la tempestad y Emmanuel Dongala en Johnny perro malo con los niños soldados. Los escritores en lengua portuguesa como Pepetela y Mia Couto han llevado las literaturas de sus respectivos países hacia novedosos derroteros, con compromiso y una conciliación entre tradición y modernidad. En medio de una tradición literaria dominada por hombres, se han ido consolidando voces femeninas. Mariama Bâ, con su novela Mi carta más larga, crea una pieza maestra de sensibilidad hacia los problemas de la mujer como sujeto de sus propias angustias. Desde entonces se han impuesto otras escritoras en todo el continente, como Aminata Sow Fall, Ken Bugul, Calixthe Beyala, María Nsué, Ama Ata Aidoo, Amma Darko, Fatou Diome.
La literatura se ha vuelto transcontinental. Los autores escriben y publican aquí y allá, en una fructífera relación imaginaria con su continente: desde Nuruddin Farah, pasando por Ben Okri y Moisés Isegawa, una renovación literaria se ha dado con nombres como Alain Mabanckou, Sami Tchak, Abdourhaman A. Waberi, Ondjaki, César Mba
... Desde el reflejo de la marginalidad, las migraciones, la hibridez cultural y la degradante violencia estructural, retratan con una gran imaginación y una significativa invención literaria otra visión de África, a medio camino entre lo maravilloso y lo fantástico, resistente y volcada siempre hacia el futuro.
Landry-Wilfrid Miampika (Congo-Brazzaville, 1966), profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, es autor de Voces africanas. Poesía de expresión francesa 1950-2000 (Verbum, 2000) y Transculturación y poscolonialismo en el Caribe (Verbum, 2005).
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