De ex ministro de Justicia a 'La isla de los famosos'

Ni los bichos ni la canícula. Ninguna posible molestia desalienta a Clemente Mastella, que está a un paso de su último e insólito cambio de camisa. Ex democristiano de 63 años, gran maestro en secundar los alborotos de la política nacional, al pasar con pícara desenvoltura del centro izquierda (fue ministro de Justicia en el Gobierno de Romano Prodi) al centro (fundó, a su imagen y semejanza, un pequeño partido de inspiración católica, el Udeur) y de ahí al centro derecha (es actualmente eurodiputado del Pueblo de la Libertad de Silvio Berlusconi), Mastella se dispone para un nuevo salto. Y no de bando político, esta vez: será uno de los 12 náufragos de La isla de los famosos. En una entrevista con el Corriere della Sera, confiesa que le intriga mucho la oferta de la productora del reality, que en la próxima temporada llega a su octava edición en la televisión pública.

"Aquí todo el mundo hace las cosas más raras, ¿tengo que ser yo el único que no pueda darse ni un antojito?", le pregunta al periodista que cuestiona la conveniencia de que un político en activo se meta a abrir cocos y a montar cabañas semidesnudo durante ocho semanas junto a modelos, actores y futbolistas pasados de moda. "Por fin podré relajarme y adelgazar: peso unos 100 kilos", añadió.

Mastella pone en escena su último viraje cuando las crónicas autóctonas se habían olvidado de él, ajeno a la primera línea, entre el encargo europeo y el retiro en Ceppaloni (3.000 almas, cerca de Nápoles). Allí vive junto a su esposa, Sandra Lonardo, ex presidenta de la Junta de Campania, ahora bajo arresto domiciliario por corrupción. Fue la imputación de su esposa la que le llevó a dimitir en 2008 y, de paso, a tumbar el frágil Gobierno de Prodi. Mastella sabe encender un fuego, se las apaña nadando y, aunque admita ser un poco tiquismiquis, tantos años de política le han "inmunizado contra los bichos". El verdadero riesgo, dice, son todas esas "mujeres tan guapas en biquini". Por eso Sandra no comparte su elección. Probablemente, sus votantes tampoco.