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Tentaciones
Reportaje:INTERNET

Spotify se juega el trono

Disfrutaría más de Spotify si te callaras, puta es el nombre de un grupo de Facebook con casi 20.000 fans al que le superan las interrupciones publicitarias en el audio de la versión gratuita de la plataforma de streaming sueca. Aunque cómica, la iniciativa refleja perfectamente una insatisfacción creciente en la comunidad de inter-

nautas que, pese a los avances en materia de alternativas legales a precios razonables, sigue totalmente abonada a la cultura del gratis total. Desde hace poco más de un mes, el boca a boca apunta a Grooveshark. Esta web estadounidense acaba de lanzar versión en castellano, ofrece música gratis sin cortes publicitarios y es la punta de lanza de otras plataformas similares (Playfork, Jelli, Yesfm…). Spotify, a su vez, contraataca con una versión abierta (sin invitación) mientras la industria continúa debatiendo sobre su futuro, siempre ajena a ritmos que no sean el propio. Primer asalto en la guerra del streaming.

Por 2.250 clics a uno de sus temas, el sello 'indie' Austrohúngaro ingresó 49 céntimos

"Tenía Spotify, probé Pandora y estaba pensando en suscribirme, pero ahora amo Grooveshark", twittea Lanooz, un usuario cualquiera, dando cuenta del nivel de exigencia y volatilidad de la comunidad virtual. Los discos comenzaron a ser vetustos hace una década y desde entonces las ventas han caído un 70%, según la Federación Internacional Discográfica (IFPI). En ese tiempo han aparecido más de 400 opciones para escuchar música legal sin necesidad de descargas. Spotify no fue la primera, pero con su eficacia y su catálogo (más de ocho millones de canciones) revolucionó el streaming en 2008 e implantó un nuevo dogma: usar, no poseer. "Muchos productos se venden con la idea 'Somos como Spotify', pero no es verdad", denuncia Lutz Emmerich, responsable en España. Aunque todavía no es rentable, ya tiene 7,5 millones de usuarios en los siete países del mundo en los que está implantado y su creador, David Ek, espera beneficios a finales de 2010.

Pero la insatisfacción generada por su publicidad y su ausencia en el mercado estadounidense han permitido que Grooveshark afile los dientes. Nació al mismo tiempo que su prima hermana europea, ofrece 10 millones de temas y no usa cuñas publicitarias. "Estamos aquí para proveer la mejor experiencia músical en la web. Y la publicidad de audio impacta al usuario", explica Carlos Pérez, vicepresidente de Grooveshark y responsable del área en castellano. Su filosofía: ponles canciones y ellos vendrán. Qué importan sus pequeños fallos. Dos millones de fieles parecen haber aceptado su rudo interfaz salpicado de banners y haber demostrado paciencia para esperar el par de segundos que suele separarles de cualquier escucha.

Cara de póquer. Así se quedó medio mundo cuando la prensa británica informó que el megahit de Lady Gaga Poker face —con un millón de reproducciones, uno de los más escuchados en Spotify durante 2009— reportó únicamente 167 dólares (135 euros) a la artista. Desde Spotify mantienen que fue un error de cálculo de un periodista y aseguran que ya han repartido millones en royalties, pero la gresca está servida. En un mes, el éxito indie Disfraz de tigre, del dúo catalán Hidrogenesse, consiguió 2.250 clics, una cifra considerable para una canción fuera de la radiofórmula. "Por esas escuchas obtuvimos 49 céntimos", revela Genís Segarra, integrante del dúo y copropietario del sello Austrohúngaro. "No sé cuánto sacarán las grandes discográficas, pero nosotros, poco. Pero, en cualquier caso, nos interesa estar ahí", concluye.

Spotify firmó acuerdos confidenciales con las cuatro grandes (Sony/BMG, Warner, Universal y EMI, que reúnen el 80% de la música publicada) y las agregadoras, que aglutinan multitud de pequeñas discográficas que a su vez representan a miles de artistas indies (y reducen, evidentemente, el margen de beneficios generados en Spotify y demás plataformas a sellos como Austrohúngaro). Un follón de intermediarios en un mercado que el año pasado movió 3.500 millones de euros. "Spotify nos paga en España y Reino Unido por las reproducciones. En el resto de países tenemos un acuerdo en base a anuncios y suscriptores. En general, es el cuarto socio que más dinero aporta a la compañía". Rob Wells, vicepresidente del área digital de Universal Music, desbrozó con esas palabras algo de la maraña financiera del streaming.

En 2009, los músicos en España ingresaron por primera vez más por el canon digital que por los discos. Estar en estas plataformas hace tiempo que pasó de ser una opción a una necesidad.

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Algunas webs ofertan música gratis sin cortes publicitariosJOAQUÍN SECALL

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