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Reportaje:

Filipinas ve luz

El nuevo Gobierno deberá definir su política fiscal para impulsar la incipiente recuperación económica

Esta semana se ha despejado la incógnita: Benigno Aquino será el nuevo presidente de Filipinas a partir de julio, cargo que asume con más del 40% de los votos. En principio, este porcentaje de adhesión proporciona la tranquilidad legislativa necesaria para emprender las postergadas y urgentes reformas económicas y fiscales que los analistas piden al Ejecutivo local. Filipinas comienza a ver la luz después de crecer un 0,9% el año pasado, su cifra más baja en más de 11 años, pero lo ha hecho a costa de disparar el déficit y su deuda pública.

Precisamente, la principal tarea de Aquino -hijo de Corazón Aquino, presidenta del país entre 1986 y 1992- es definir su política fiscal y decantarse por mantener las ayudas fiscales al crecimiento o bien emprender el plan de recortes que intentó poner en marcha su antecesora, Gloria Macapagal-Arroyo, y lastrado por la crisis económica mundial y los escasos apoyos políticos de la presidenta. El suyo ha sido un mandato de nueve años marcado por la corrupción, la pobreza y un crecimiento medio del 5,5% desde 2005.

La incapacidad de recaudar impuestos es un lastre histórico

Las agencias de calificación de riesgo exigen al nuevo Gobierno claridad en sus políticas y han criticado la ambigüedad de Aquino durante la campaña electoral. El único mensaje económico durante ese periodo fue el combate de la corrupción, pero el candidato ganador nunca se pronunció sobre el plan de ajuste, que en estos momentos existe sólo en el papel y que busca aumentar la recaudación mediante el alza de los impuestos directos, el IVA -del 12% al 15%- y el recorte de las subvenciones fiscales a empresas y entidades públicas.

El gran problema histórico de Filipinas ha sido su precaria capacidad para recaudar impuestos y para aumentar los ingresos estatales. Es por ello por lo que muchos dudan del éxito de los eventuales planes en un país con un 33% de población viviendo en la pobreza y que tiene en las remesas extranjeras una de sus principales fuentes de riqueza. En estos momentos, el país tiene la menor carga fiscal del sureste asiático, con un 14%, dos puntos por debajo del 16% de media de la región. Ese es uno de los argumentos de los analistas para pedir mayores esfuerzos recaudatorios.

El nerviosismo de los mercados tiene que ver también con que Filipinas es uno de los mayores emisores de deuda soberana de los países de su entorno, lo que se suma a los vaivenes financieros actuales y su creciente deuda pública y déficit fiscal. El objetivo del anterior Ejecutivo era reducir el desequilibrio anual al 3,5% del PIB en 2010, desde el 3,9% registrado hace un año. En cuanto a la deuda, esta se situará en el 58,4% del PIB en 2010, frente al 57,3% de finales de 2009. La cifra es mejor que la media de la UE, pero elevada para un país en vías de desarrollo.

Pero ¿son los recortes la única vía? El Fondo Monetario Internacional, uno de los mayores acreedores de Filipinas, ha sugerido precisamente todo lo contrario: que los recortes presupuestarios se aborden con prudencia hasta que el país no vuelva a entrar decididamente en la senda del crecimiento equivalente al 5,5%, la media de los últimos años. Las previsiones del Ejecutivo saliente indican que el PIB podría crecer este año entre un 2,6% y un 3,6%, aunque algunas previsiones internas y de organismos internacionales elevan estos pronósticos al 4,8%.

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