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AL CIERRE
Columna
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Dos ciudades

Joan Subirats

Si vamos más allá de las acusaciones cruzadas sobre aciertos y desaciertos tras el desenlace de la consulta sobre la Diagonal, podríamos tratar de ver qué lecciones sacamos de todo ello en relación con el futuro de la ciudad. Una primera conclusión es que no estamos en la Barcelona de final de siglo. Es absurdo relacionar las problemáticas y liderazgos actuales con los que tenía la ciudad en los ochenta o noventa. Los Serra y Maragall tuvieron la tarea de completar y rehacer una ciudad necesitada de respuestas tras tantos años de descuido. No había debate político sobre qué hacer. Y los Bohigas, Solà Morales, Acebillo, etcétera fueron los instrumentos técnicos que, con mayor o menor acierto, protagonizaron la apuesta por construir un espacio público de calidad que caracterizara la ciudad. Fue un periodo que se puede resumir en liderazgo público, consenso político, acuerdo con las élites y fuerte protagonismo técnico en la implementación.

Hay que construir consensos políticos desde valores fuertes, no desde 'el todo vale'

Esa ciudad se acabó hace años. Y los intentos de reanimarla vía Fórum o Juegos de Invierno son simples estertores inútiles. Menos certezas sobre lo que hay que hacer. Complejidades crecientes. Más heterogeneidad y fuertes dinámicas de individualización. Por tanto, más externalidades en toda actuación pública. No hay obra, o proyecto que no genere reacciones. Unas revestidas de intereses generales, otras descaradamente reactivas y singulares. El conocimiento sobre la ciudad, el debate de ideas sobre cómo abordar su futuro, es mucho más intenso y sobre todo más plural que hace 10 o 20 años. Los antiguos protagonistas ya no son hegemónicos y la confusión sobre qué hacer y cómo hacerlo se ha vuelto más frecuente. El liderazgo público está más en cuestión, y los intereses privados condicionan más. Estamos en otra ciudad. Necesitamos construir consensos políticos, pero desde valores fuertes, no desde el "todo vale". Sin acuerdos políticos de fondo, las estrictas viabilidades técnicas no sirven como antes. Politizar el debate sobre la ciudad quiere decir discutir sobre los valores que deben presidir su día a día. Y actuar consistentemente desde el frágil equilibrio de esa cotidianidad. La antigua ciudad ya está construida, para bien o para mal. La nueva está por decidir y será más complicada de gobernar.

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