¡Achisss...! (Perdón)

¡Achisss...! (Perdón) Las Ventas era un puro temblor. Temblaba el vecino de la derecha, el de izquierda, el de delante y el de detrás. Pero no de emoción, sino de un frío de mil demonios impropio de esta época del año. Un frío invernal que se colaba por los huesos, hacía rechinar los dientes y acatarró a media plaza. Un estornudo por aquí; otro, por allá. Una señora que se enfada con su pareja porque no le hizo caso y se dejó el abrigo en casa. En fin, una tarde para acabar en la cola del seguro médico, o con un buen caldo calentito y una buena manta para olvidar el mal rato vivido.

Y el mal rato no fue sólo a causa de la gélida temperatura. No. Es que la corrida, otro día más, fue un pestiño. No es necesario un análisis de los toros, y bastaría con apuntar que no desmerecieron a los que ya han salido a este ruedo en lo que va de feria: bien presentados, eso sí, guapos de cara y astifinos pitones, pero en su cuerpo sólo guardaban basura: blandos, sin casta, sin bravura, sin codicia, sin nada de nada.

Con ese panorama y el temblor general, lo bueno hubiera sido que la corrida se hubiera dado por finalizada tras la muerte del tercer toro. Se hubieran evitado muchos resfriados, pero, sobre todo, otro mal rato, otro disgusto ante la miseria ganadera de nuestro país, otro enfado ante la irresponsabilidad de los taurinos, que no hacen absolutamente nada, -al menos, que se sepa- para poner remedio a la caótica situación actual. La Unión de Criadores culpa a las lluvias de la escasa presencia de los toros, la falta de fuerzas y el mal comportamiento en el ruedo, y hasta ahí se puede leer porque su comunicado no dice nada más. Se lamentan, buscan excusas, pero no soluciones, mientras la fiesta se desangra.

Pero en el ruedo, además de la escoria de los toros, había tres señores vestidos de luces. Uno de ellos, además, vivía su particular momento de gloria porque tomó la alternativa. Qué quieren que les diga... Ateridos de frío estarían también, porque sólo frialdad desprendieron.

José Manuel Mas, el toricantano, tiene motivos para estar preocupado. Ofreció una sensación extraña. ¿Estaba ilusionado? No se sabe. No dijo nada; se mostró como apático y conformista. Además, no es un exquisito. Y eso es grave el día de tu doctorado. Anduvo afanoso, pero como si no se jugara nada. Preocupante, muy preocupante para su inmediato futuro.

Lanceó bien a la verónica Diego Urdiales, que no pareció el torero aguerrido de otras tardes. Se gustó en los capotazos con los que recibió al cuarto, y se lució de verdad en un quite por verónicas de alta escuela en el tercero. Pero, muleta en mano, se mostró pesado y con pocas ideas.

Y no le anduvo a la zaga el tercero del cartel, Matías Tejela, una eterna promesa, torero elegante y pinturero, pero que lleva sin romper ni se sabe ya el tiempo. Lo mejor, los ayudados por bajo con los que inició el último tercio del tercero. Lo peor, todo lo demás.

Y, encima, un resfriado. No hay derecho. ¡Achisss...! (Perdón...)