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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Merkel, tocada

Las elecciones del domingo en Renania del Norte-Westfalia son un grave contratiempo para Angela Merkel. La canciller no sólo ha perdido el control de la Cámara alta del Parlamento federal, que ratifica la mayoría de las leyes, después de que su partido cristianodemócrata -que al igual que en Berlín gobierna con los liberales del FDP- haya caído 10 puntos respecto de 2005. Si en el Bundesrat la jefa del Gobierno va a tener que pedir árnica a la oposición para aprobar la legislación crucial, en el land más poblado de Alemania deberá cambiar sus alianzas o ver cómo los socialdemócratas (SPD) retoman un feudo en el que han mandado casi 40 años.

Era la primera prueba seria para la coalición centroderechista desde la reelección de Merkel, en septiembre, y los votantes de Renania han pasado factura a la canciller días después de que en Berlín se votara el multimillonario salvavidas para Grecia. Pero Atenas, cuyo rescate tiene en contra a la mayoría de los alemanes, no ha sido la única causa del batacazo.

También han influido las corruptelas económicas que se achacan a la CDU, con la implicación del primer ministro del Estado, Jürgen Rüttgers, un peso pesado del partido, ahora al borde del precipicio. Aunque los resultados no pongan en peligro el liderazgo de Merkel, que no tiene rivales de relieve, ningún escenario probable de Gobierno en Renania favorece la agenda de la canciller.

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Tanto CDU como SPD han obtenido ligeramente por encima del 34% de los sufragios. Con los liberales estancados en torno al 6%, lo que implica la disolución de la alianza regional vigente, adquieren relevancia dos pequeños ganadores: Los Verdes, que han duplicado su fuerza hasta el 12%, y los ex comunistas de La Izquierda, que llegan por vez primera al Parlamento renano.

Un posible Gobierno conjunto sería el de los conservadores de Merkel y la oposición del SPD, en una gran coalición, muy alemana si se consiguen salvar los celos de la primacía. Otro juntaría a socialdemócratas, verdes y La Izquierda. Pero en este nuevo paisaje no está claro que la compañía de los recién llegados, desertores del SPD en su momento y en cuyas filas militan todavía muchos comunistas convencidos, vaya a agradar a la parroquia de un Estado de raíces inequívocamente católicas, ni a mejorar la reputación de sus otros dos eventuales socios.

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