Castigo al conservadurismo
El conservadurismo ha recibido un severo castigo. Angela Merkel aplazó cualquier decisión comprometedora para evitar un resultado adverso en las elecciones de ayer en Renania del Norte-Westfalia y ahora se puede quedar sin nada: ni las decisiones que no quiso o no supo tomar a tiempo, ni el gobierno del land, que probablemente pasará a manos socialdemócratas. Y además, puede perder la mayoría que mantenía en el Bundesrat, la Cámara alta donde están representados los länder y que es imprescindible para la aprobación de abundante legislación.
Lo más grave de las decisiones aplazadas por Merkel durante todo este tiempo es que la mayor de todas era el rescate de las finanzas públicas de Grecia y la creación de un sistema de contrafuertes para evitar que la tempestad financiera termine con el euro. Los más de 13 millones de electores alemanes fueron convocados a votar mientras seguía en Bruselas el bullicio de reuniones europeas para realizar en unas pocas horas, antes de que abran hoy los mercados, lo que no se había podido hacer en los últimos tres meses por las constantes dilaciones planteadas, sobre todo, desde Berlín.
Renania del Norte-Westfalia pasa factura electoral a Merkel por sus dudas y dilaciones ante la crisis del euro
Pocos dudan que la anterior gran coalición entre democristianos y socialdemócratas habría afrontado la actual crisis con mayor seguridad y sin las divisiones en que se han enredado Merkel y sus socios liberales, empeñados estos últimos en bajar los impuestos lo antes posible. Las elecciones de ayer son, en todo caso, un peldaño más en la erosión del viejo bipartidismo alemán, pero la noticia es que Die Linke (La Izquierda), el partido que ha unificado a los izquierdistas del Oeste con los ex comunistas del Este, entra por primera vez en el parlamento de este land occidental.
El hachazo sufrido por el laborismo el pasado jueves en las elecciones británicas pudo leerse como una nueva señal de alarma para una izquierda que parece dirigirse hacia el abismo. Pero en las elecciones alemanas de ayer, como en las regionales francesas de marzo, cabe observar algún signo de esperanza para la izquierda europea. Lo primero que dijo ayer la dirigente socialdemócrata, Hannelore Kraft, al conocerse las primeras encuestas fue: "el SPD está otra vez aquí". Sería duro que la izquierda recibiera el mismo castigo por la crisis cuando está en la oposición que cuando está en el poder, y que la derecha, en cambio, saliera indemne en ambos casos.
Renania del Norte-Westfalia es un land de enorme peso político, que ya en 2005 adelantó la actual fórmula de coalición de Berlín de la mano de Jürgen Rüttgers, actual presidente regional y ex ministro federal de Educación con Helmut Kohl. Habrá que ver todavía el detalle de los resultados y combinaciones electorales en un sistema que ya conforman cinco partidos. Los amigos de Merkel habían especulado, incluso, para mantenerse en el poder, con una coalición con los verdes. Desde las corrientes más progresistas habrá presiones para que el SPD no se limite a incluir a estos últimos, con los que gobernó Schroeder, sino que inicien otro experimento, el de abrirse a Die Linke, algo que puede ser imprescindible para un futuro regreso de la izquierda al poder en Berlín en un parlamento tan fragmentado como el alemán.
Además de un castigo para Merkel y su fórmula de coalición, estas elecciones son un varapalo para Rüttgers, un personaje que alcanzó una cierta fama hace 10 años durante una campaña electoral por una frase de tintes xenófobos: "Kinder statt Inder" (niños en vez de indios). En vez de contratar informáticos indios, Rüttgers prefería políticas natalistas que situaran a niños alemanes ante las pantallas de los ordenadores. A su visión maniquea y polarizadora de la inmigración se opone desde el sábado el documento del Comité de Sabios sobre el futuro de la UE, presidido por Felipe González, en el que se propugnan las dos cosas a la vez: Europa debe favorecer la natalidad de los europeos, pero, sobre todo, debe competir con las otras potencias desarrolladas para atraer la inmigración más preparada: nada menos que 68 millones de trabajadores cualificados nuevos necesitaremos en los próximos 40 años.
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