Velo y machismo

Me gustaría felicitarle muy sinceramente por la publicación del artículo Muchas dudas y alguna sospecha, de Gabriela Cañas y publicado el 30 de abril en EL PAÍS, y declarar que comparto plenamente las "muchas dudas" y las mismas "sospechas" que la autora, que aborda -y borda- en su artículo, de tono respetuoso y mesurado, donde expone su percepción de que, independientemente de la connotación religiosa del velo, su uso denota también un mensaje claro de machismo. Me parece muy oportuna la observación que manifiesta que, como parte de toda cultura de la vida en sociedad nos sometemos a normas que a veces restringen nuestras libertades absolutas a favor de la convivencia armoniosa, el debate que pudiera llevar a la restricción del uso de una prenda, sería muy pertinente, si efectivamente se concluye que su uso tiene esas connotaciones del sometimiento de la mujer al varón, así como las de señalar con el dedo a las niñas a partir del momento en el que adquieren su capacidad reproductiva.

Vivo actualmente en Bruselas y paseo frecuentemente por barrios de población mayoritariamente de origen magrebí. Paso delante de bares o cafés donde sólo veo a hombres (sin velo, por supuesto); y donde no hay presencia alguna de mujeres. Estos varones fuman, beben (té, imagino) y ven eventos deportivos en la televisión. Y, a cambio, las calles, el metro y los autobuses están llenos de mujeres -con velo-, que empujan carritos y están rodeadas de tres, cuatro o, a veces, más niños. ¿Es esta fotografía el modelo de sociedad moderna, no sexista, incluyente, en el que queremos vivir y dejar en herencia a nuestros hijos e hijas.