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Reportaje:CARTA DEL CORRESPONSAL / Teherán | Economía global

Gucci a precios de saldo

Ángeles Espinosa

Pañuelos de Hermès, cinturones de Louis Vuitton, bolsos de

Gucci, joyas de Versace... A primera vista se diría que el iraní medio, ese que sube al autobús y coge el metro, tiene una capacidad adquisitiva comparable a la de los japoneses. Y es que a pesar de la política oficial de rechazo a las influencias occidentales y del relativo aislamiento en que el Gobierno ha sumido al país, los iraníes son unos apasionados de las marcas internacionales. Sin embargo, su situación económica no da para esas alegrías. Una mirada más atenta descubre que se trata de imitaciones, la mayoría bastante burdas.

El fenómeno no es exclusivo de Irán, pero aquí las falsificaciones se venden abiertamente en las tiendas de las principales zonas comerciales. Algunas incluso anuncian esas grandes firmas en sus escaparates, sin ningún pudor. Legalmente, las marcas pueden usarse sin registro previo (sólo imperativo para productos farmacéuticos, alimentos y cosméticos), y aunque eso impide ejercer los derechos pertinentes, difícilmente una empresa extranjera sin presencia en el país va a tomarse la molestia de venir a registrarse a Irán.

Los iraníes son unos apasionados de las marcas internacionales
Las imitaciones se venden abiertamente en las tiendas
No hay medios para impedir la importación de material falso

Farzin, propietario de una coqueta tienda de moda en el Pasaje Jordan, viaja a Hong Kong cada tres meses para conocer las últimas novedades y hacer sus pedidos. Aunque la legislación de aduanas establece medidas para impedir la importación de productos falsos, sabe que los responsables no controlan si las mercancías declaradas son originales o no. Además, incluso si la marca en cuestión tiene un representante local, tampoco hay provisiones para impedir una importación paralela, lo que complica aún más la situación. Sólo en el caso de medicinas, cosméticos y artículos de higiene se exige que sea el importador oficial quien retire el envío de la aduana.

"Los productos de moda son muy fáciles de copiar y no están demasiado protegidos", admite Mohammad Badamchi, abogado de la firma HAMI, que defiende los intereses de varias marcas internacionales en Irán. En su opinión, las falsificaciones han proliferado por "la falta de incentivo para la competencia, la escasa aplicación de los derechos de propiedad intelectual por parte del poder judicial y la falta de información del público". Otros observadores apuntan que Irán aún no pertenece a la Organización Mundial de Comercio, cuyos miembros se aseguran de que todos respeten las normas y el riesgo de posibles sanciones induce a los Gobiernos a tomar medidas más estrictas contra la piratería.

Hay además un factor psicológico. La ausencia de cadenas internacionales de moda (sólo recientemente han abierto franquicias de Benetton, Adolfo Domínguez o Bossini) ha fomentado la idealización de las firmas extranjeras. Hace unos años, una tienda que se anunciaba con el rótulo de Zara

en el centro comercial Gandhi traía las prendas en maletas desde Turquía. Ahora, muchos comercios venden imitaciones de esa marca, Mango o Massimo Dutti, o al menos ropa que se les atribuye ya que no siempre corresponde a modelos originales. En algunos casos, es posible comprar el mismo par de zapatos con etiquetas de distintos fabricantes.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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