De otra manera
Sorprende que una muletilla tan tonta esté instalada en los dos bandos principales de la clase que nos gobierna o que nos quiere gobernar.
Se trata de la muletilla "Como no podría ser de otra manera".
En la radio hay un anuncio magnífico en el que una serie de personas van diciendo que ellos fueron los que inventaron diversos lugares comunes que están instalados ahora en la conversación cotidiana. Por ejemplo, aparece el automovilista que inventó la señal que se hace con las manos avisando de que hay policías en la carretera. Podría haber aparecido el primer taxista que dijo, en medio de una disertación sobre cómo deben ser las cosas, "como digo yo". Y podría aparecer el primero que dijo "a ese me lo cargo yo", o el que primero dijo "usted no sabe con quién está hablando". O el primero que dijo: "Son cosas del fútbol". O aquel que dijo por vez primera: "Yo de fútbol no entiendo".
En realidad, el lugar común es el lugar común de la pereza mental. Se entiende muy bien que los ociosos usen sus tiempos de asueto, que son casi todos, para establecer su acuerdo consigo mismos: "Y entonces le dije cuatro frescas, y no tuvo más remedio que darme la razón". Las verdades absolutas funcionan siempre: "Vino a decirme que yo era un chorizo, y le saqué los colores. Él no sabe quién soy yo".
Habría que buscar al político que dijo por primera vez "como no podría ser de otra manera". Es imposible hacer la arqueología del origen, pero sí se puede establecer para qué sirve ahora la muletilla. Los del PP la usan para explicar por qué el partido no ha tomado una decisión, o por qué la ha tomado, y el PSOE hace lo propio. Ante la decisión (propia o inducida) de que Bárcenas abandonara, al fin, la tesorería del PP, la señora Cospedal y todos los que tienen voz en el PP dijeron que aceptaban ese abandono "como no podría ser de otra manera". Cuando al PSOE (y al Gobierno) le cae la papa caliente del Estatut y han de referirse a la eventual decisión del Tribunal Constitucional, siempre hay un portavoz que afirma que respetará cualquier decisión del alto tribunal "como no podría ser de otra manera".
Ahora que Rajoy ha ido a ver a Zapatero a la sede del Gobierno, tanto él como sus asistentes máximos han dicho que el líder popular acudía a ese lugar que ansían, con toda legitimidad, porque respetan las invitaciones del presidente, "como no podría ser de otra manera".
Pero antes y después de ese viaje a la Moncloa Rajoy los suyos han arremetido contra Zapatero, al que han llamado de todo, e incluso lo han llamado griego. Tendrían que leer al filósofo Emilio Lledó sobre lo que los griegos decían de los valores curativos de la amistad. Sorprendió que Rajoy, animado por la vecindad de Zapatero, se propusiera allí mismo como alternativa de Gobierno. Le va a ver, le consume su café, y cuando aquel ya se ha descuidado y se ha ido de su corazón (o de su desazón) a sus asuntos, Rajoy anuncia que quiere quitarle el sillón. Hombre, eso ya se sabía, pero quizá debió esperar a llegar a Génova para decir que quiere con ansia ir al lugar del que regresa. Pero a lo mejor estas cosas las dicen los políticos porque no pueden con el hervor de su ambición. Como si no pudiera ser de otra manera.
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