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Columna
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La fe del ahogado

Hace ya tiempo que desde Alemania llegó a España una cadena de tiendas que vende al parecer más barato que nadie (quien se lo crea está en su derecho). Haciendo gala de la maquinaria germana en acumulación de ofertas presumen no sólo de precios sino también que hace tiempo sacaron un eslogan que fue algo así como una revolución luterana en el campo de la publicidad: "La avaricia me envicia", libre traducción del alemán.

Pues bien, el caso es que el eslogan acuñado antes de que la crisis financiera hiciera tambalear las cuentas del continente ha dado en el clavo de una situación no por extrema más o menos sabida: el ahorro repunta como repunta la fe del ahogado, es decir, como un milagroso fenómeno que es digno de estudio y alabanza. Va para dos años que sermoneábamos en este espacio sobre los ERE y su perverso mecanismo de selección de las especies y poníamos en evidencia la nula moralidad de este sistema capitalista cuando los dividendos se fuercen y la deuda obtiene malas calificaciones en los mercados internacionales.

Todo indica que vendrá una nueva oleada de graves atentados contra los derechos laborales

Estamos en la fase infantil del capitalismo (no del comunismo): mientras en Galicia hay pleno para la fusión de las cajas en un ejercicio que algunos llaman de responsabilidad colectiva (el Bloque y el PSdeG y, por supuesto, Feijóo); cuando en La Moncloa se produce una imagen de verdad caprichosa entre el presidente y Rajoy que también se muestran de acuerdo en materia de fusiones y reformas fiscales, nosotros nos preguntamos adónde conduce ahora el barco puesto que todo indica que se apretarán de forma cruel las tuercas del sistema público y vendrá una nueva oleada de abaratamientos y graves atentados contra los derechos de los trabajadores.

Grecia ha puesto el listón demasiado alto en esta primavera trágica. Tres muertos y una violencia desatada mientras Rajoy se permite decir que ha sido por hacer los deberes un poco a la española. Crueles palabras, Sr. Rajoy, para un país que avista el abismo como en una obra de Sófocles y desde la Acrópolis manda un mensaje para navegantes de toda Europa: despierta de tu sueño.

Todo esto ocurre en un campo magnético de una actividad mayor que la del volcán islandés: la sangre de la deuda atrae a los tiburones que ya merodean por los espacios portugueses, irlandeses y españoles, estos últimos debido a una doble horquilla lamentable: la impericia de nuestras autoridades económicas y el flaco favor de la oposición que vocea cada día la podredumbre del sistema español a sus amigos del imperio Murdoch y del Wall Street Journal.

Es tiempo de rebelión, señores, primero contra esta tremenda encerrona que nos ha hecho creer que éramos un país próspero y avanzado y segundo contra aquellas aves carroñeras que acechan las carcasas de los animales muertos. De unos es indudablemente la responsabilidad política de ofrecer soluciones al enfermo, pero de otros es la de arrimar el hombro además de mirar con el rabillo del ojo si su estado de putrefacción le permite un avance en las encuestas.

Como verán esta columna no se refiere sólo a Galicia sino a una economía cada vez más tiránica, global e injusta en la que cualquiera perturbación de uno de los socios afecta al conjunto general del paciente. En este estado de la cosas es muy probable que la receta de los conservadores sea de nuevo salvaje: seguir adelgazando el sistema público y alardear de rebajas de impuestos para dejar en la intemperie un Estado que necesita cuadrar las cuentas cuanto antes. La teoría perfecta servida en bandeja para que, después de ocho años, tres de las cuales están siendo de inoperancia, achantemos con las secuelas de la crisis: la pobreza que sustituirá al paro.

No se puede ser más duro en este análisis que está siendo probado en un laboratorio como el griego: han hecho mal las cosas los griegos y ahora los dioses están en su contra, dicen los malpensantes ¿Pero es legítimo lo que está haciendo Merkel y Rajoy con una situación próxima al estrangulamiento? Quienes se complacen en nuestra pequeña fusión monetaria tienen todo el derecho a pensar que todavía mantenemos la fe del ahogado.

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