Philippe Braunschweig, mecenas de la danza
Fundó el Premio Lausana de Ballet para jóvenes promesas
Hace poco más de un año, Philippe Braunschweig estuvo en Madrid, con la energía y la disposición de siempre; estaba embarcado en un proyecto que prometió llevar a cabo: asegurar el retiro a los bailarines en la vejez, una de sus preocupaciones junto a la promoción de los jóvenes talentos del ballet. Entre otros, visitó a Víctor Ullate, amigo de muchos años.
Era el heredero de una importante fortuna del sector relojero suizo, y su amor por la danza le llevó a fundar el prestigioso Concurso de Ballet Lausana para jóvenes. Murió el 3 de abril en Vevey (Suiza). Tenía 82 años y padecía un cáncer, según comunicó su hija Valerie.
El Prix de Lausanne, fundado en 1973, nació para promover la formación final de los bailarines y su salto a la vida profesional. Así, ofrecía becas en las más prestigiosas academias de ballet del mundo. En Lausana fueron premiados y lanzados a carreras estelares, entre otros muchos, Ethan Stiefel o Darcey Bussell, y otros que luego fueron coreógrafos, como Christopher Wheeldon y Jean-Christophe Maillot. También la italiana Alexandra Ferri, la rusa Diana Vishnieva, el cubano Carlos Acosta, el brasileño Marcelo Gomes y Julia Kent, de EE UU.
Braunschweig se distanciaba del entusiasmo balletómano típico de su alto nivel social, e ignoraba la pompa que rodea el gran ballet. Se interesaba, por el contrario, por la necesidad de garantizar una completa formación a los artistas, primero, y su atención cuando terminaban su siempre corta carrera escénica.
Estaba casado con la ex bailarina y pintora Elvira Krémis, de quien enviudó en 2007, y fue ella la que ideó sacar el concurso fuera de Suiza, lo que les llevó, siempre con financiación privada, a la Brooklyn Academy of Music en 1985 y después a Tokio y Moscú, donde hubo polémica, pues las autoridades soviéticas entendieron como una injerencia el concurso que pretendía "robar" y llevar a Occidente a los talentos del ballet local. El argumento de Braunschweig era siempre el mismo: "El ballet es universal y sus artistas, también".
Redactó con Harvey Lichtenstein, directora de la Academia de Brooklyn, un riguroso estudio de tres años: Maneras de facilitar la transición de los bailarines después de sus carreras, publicado en 2004 y mostrado en el Mónaco Dance Forum. Y cuando Maurice Béjart dejó Bruselas abruptamente y puso fin al Ballet del Siglo XX, Braunschweig estuvo entre los artífices de que se refundara el conjunto como Béjart Ballet Lausanne en Suiza.
Nacido en una familia de tradición en La Chaux-de-Fonds, estudió física en Zúrich, pero se convirtió en el jefe de la empresa familiar Portescap. Mientras estudiaba ballet en París con Julia Sedova, conoció a la que sería su mujer. Se casaron en 1953 y vivieron en La Maison Turque, una mítica casa diseñada por Le Corbusier en La Chaux-de-Fonds. En una conferencia en la Universidad de Lausana en 1990, dijo: "Los bailarines, como los atletas, no reciben el respeto que merecen de la sociedad y a veces de la historia; se encuentran en una situación ambigua y su estatus en la sociedad no está claro".
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